ECM de
Colonel Fahad
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Descripción de la experiencia:
El retrato de mi padre, el Piloto
Coronel Fahad Al Sadoon en Bagdad, hablando con su vecino. Fecha: 22 de
Diciembre de 2007.
Uno: El nombre de mi padre es Fahad Al
Sadoon. Él fue Piloto Coronel para el Ejército de Irak. Se retiró en 1974, por
ser independiente del partido Al Baa'th.
Dos: Hasta donde yo sé, no escucho
hablar de estas experiencias en Irak. Algunas veces se escuchan rumores, mas no
una historia como tal. Como ustedes saben, la sociedad y el régimen no permitían
historias de ese tipo. Yo recuerdo cuando estuve con mi padre en 2002 en la
conferencia de Al Órfali, muchas personas intentaron hacer chiste de ello y sólo
algunos de los presentes creyeron las historias.
Tres: La experiencia cercana a la
muerte de mi padre aconteció en 1966, pero habló de ella por primera vez en 2002
en el Salón de Conferencias de Al Orphaly, en Al Nusour, Baghdad, Irak, 2002.
Cuatro: En 2005 su historia se publicó
en los medios. Un canal llamado Canal de
Televisión Satelital Iraquí de Bagdad lo entrevistó. El canal solicitó la ayuda
del Doctor Al Qurashy, que es un bien conocido Psiólogo iraquí, para comentar
sobre su experiencia cercana a la muerte. El Doctor Al Qurashy estuvo de acuerdo
en ello y mencionó que esas experiencias habían pasado desde la Edad de Gracia.
Y todo esto está en el video de los medios.
Un Oficial detenido político, el
Coronel Fahad, escribió acerca de su experiencia cercana a la muerte mientras se
encontraba detenido:
Yo estuve detenido en una celda de la
Policía Militar en el Ministerio de Defensa. Era una pequeña habitación sin
ninguna instalación, a excepción de una cama y un hoyo como lavabo.
Había una pequeña venana.
Se me asignaron dos guardias; uno de
ellos vivía en un pequeño y distante villorrio y siempre estaba de turno.
Con el tiempo él comenzó a simpatizarme. Solía enviarle para traerme comida
desde un restaurant cercano.
Había un medicamento llamado ‘Antibar’,
el cual era un tranquilizante suave. Le pedí al guardia que me trajera una caja
de esas tabletas, lo cual él hizo. Así, repetidamente fui solicitándole que me
trajese las tabletas hasta lograr reunir unas trescientas de ellas.
Me gustaría llamar la atención sobre
lo que habría de tener lugar más adelante, sobre lo que no lograría encontrar
ninguna explicación incluso hoy y que se encuentra fuera de mi comprensión como
ser humano.
Declaro lo que pasó sin hacer
ningún comentario.
Un día comencé a tomar las tableta,
vaciando sus envases una por una y tragando sus contenidos. Fueron cerca de
trescientas tabletas. Comencé a experimentar mareo, dolor en el estómago, y mi
visión estaba distorsionada. Le di un vistazo a la puerta de la celda y miré las
venas de mis brazos.
Ellas se estaban volviendo azul
oscuro.
Comprendiendo aquéllo, intenté
recostarme en mi cama pero perdí el equilibrio y caí en el suelo.
Perdí el conocimiento.
Cuando regresé, vi mi cuerpo sobre el
suelo, así que me puse de pie. Para sorpresa mía, mi cuerpo todavía se
encontraba sobre el suelo. Yo, en mi ‘nuevo’ cuerpo, estaba de pies junto a él.
Mi intento por comprender qué había ocurrido terminó cuando sentí que estaba
ascendiendo, dejando mi cuerpo en el suelo. Al alcanzar el techo de la celda,
intenté estirar mi brazo para evitar el golpe de las aspas del ventilador. Nada
sucedió. El ventilador siguió rotando. Mi cuerpo siguió ascendiendo hasta
que traspasó el techo, y siguió subiendo en el cielo, verticalmente. Al mirar
hacia abajo, vi las edificaciones del Ministerio de Defensa. Luego pasé las
capas de nubes sobre la ciudad de Bagdad y me encontré en un límpido cielo azul.
Muy de repente, vi dos hombres con
brillantes túnicas blancas. Uno más alto que el otro. Uno de los hombres
levantó su mano y mi ascenso se detuvo. El hombre hizo un gesto para que yo me
acercara a él. Sin pensarlo, me desplacé hacia los seres hasta que uno de ellos
me señalara detenerme.
No tenía miedo ni estaba preocupado.
No sentía frío ni calor, sólo una sensación de tranquilidad. Uno de los hombres
me preguntó: ‘¿Por qué hiciste lo que hiciste? ¿No sabías que disponer de tu
vida no es tu derecho?’
Les repliqué, ‘Lo siento mucho.
Estaba cansado y no soporté más en la soledad de mi encierro’.
Mientras estaba respondiendo, intenté ver quiénes eran, pero no pude
identificarlos.
El mismo hombre
respondió: ‘Ya estamos satisfechos.
Vamos a
perdonarte lo que has hecho y vamos a regresarte a la Tierra.
No vuelvas a hacer de nuevo lo que hiciste’.
Prosiguió
diciendo: ‘Mira.
¿Conoces tú a alguno de éstos?’ Yo
comprendí que él quería que me volviera a mirar, lo cual hice. Vi a once hombres
de pies, junto a mí y dándome la espalda. Respondí: ‘No conozco a ninguno porque
no puedo ver sus rostros’. Los hombres dieron una señal y tres cabezas se
volvieron hacia mí. Yo reconocí al Presidente Abdulsalam Aref y quien estaba de
pies junto a él era su guardaespaldas Abdullah Majid, y el tercero era Abdul
Latif Al-Darraji. El hombre me dijo: ‘Se suponía que estarías con ellos, mas te
perdonamos. Ahora estamos mandándote hacia tu mundo, la Tierra. Respecto a
estos once, ellos dejarán tu mundo y vendrán con nosotros dentro del tiempo de
dos días’. De nuevo él señaló con su mano y las tres cabezas se volvieron.
Él me preguntó: ‘¿Sabes por qué te
hemos perdonado?’
Yo respondí:
‘No’. Entonces él dijo: ’Mira hacia la tierra’.
Yo vi un
jet caza MIG-l7 volando bajo en la región de Barzan y dirigiéndose hacia las
rocas del camino donde se encontraban los rebeldes kurdos. Los rebeldes estaban
tomando por la fuerza a mujeres y niños, amenazándolos con sus armas para que se
quedasen cerca de ellos. Cuando el caza MIG voló bajo hacia ellos, las mujeres y
los niños gritaban con horror. Las madres sostenían a sus bebés y los
niños intentaban esconderse tras las ropas de las mujeres, aterrorizados.
Era una escena horrorosa de temor hacia la muerte. El MIG pasó sobre ellos sin
dispararles. El avión retornó y entonces comprendí que era mi avión. Era yo
rechazando órdenes de atacar.
El hombre dijo: ‘Queríamos que vieras
con tus propios ojos la hazaña humana que hiciste.
Que no te dé pánico’.
El avión dio otra vuelta sobre ellos
sin atacarlos y se dirigió a su base en Kirkuk. Vi los rostros de las mujeres y
de los niños preguntándose qué había pasado y lo mismo vi en los rostros de los
rebeldes.
Entonces dijo el hombre: ‘Ésta es la
hazaña por la que te hemos perdonado. Vas a descender al mundo terrenal. Ésa fue
una gran hazaña humana. Ahora, antes de volver, ¿Quieres hacer alguna pregunta
antes de ser devuelto?’ Yo repliqué: ’Sí. Tengo algunas preguntas que hacer:
¿Qué es el tiempo para ustedes? ¿Es lo que los científicos como Einstein dicen
que es?’ Él respondió: ‘Nosotros no tenemos un tiempo como el que tú tienes.
No existe.
¿Qué edad
tienes?’ Mi respuesta fue: ‘30 años’. Entonces él dijo: ‘Mira hacia
abajo otra vez’; Vi a mi madre poniendo a su bebé recién nacido, yo, en la cama
y parado junto a ella, un Doctor indio. Todo eso ocurría en la ciudad de
Basra el 13 de Marzo de 1934. Luego vi toda mi vida pasar frente a mis ojos.
Él dijo: ‘Acabas de ver toda tu vida pasar frente a tus ojos en una fracción de
segundo; lo que para ti fueron 30 años.
¿Tienes algo más
que preguntar?’
Le pregunté: ‘¿Habrá guerra entre
nosotros y los judíos y qué resultado habrá?’ Me dijo: ‘Sí.
Tendrá lugar dentro de poco y ustedes perderán’.
Él apuntó
abajo con su dedo para que yo mirara. Vi aviones israelíes despegando desde sus
bases y dirigiéndose al desierto del Sinaí y al Canal de Suez, volando muy bajo.
Luego ellos estaban bombardeando las bases egipcias, destruyendo los aviones en
tierra. Era la guerra de 1967. Quedé horrorizado y le pregunté: ‘¿Por qué no nos
ayudan a evitar esa catástrofe?’ Él respondio: ‘No, porque fuísteis una
gran nación y os habéis fragmentado. Fuísteis gente matando gente esparcidos en
noventa localidades diferentes sin un lenguaje unificado. Ellos se unieron. Se
unificaron en contra de ustedes. Ellos tuvieron una causa y tuvieron éxito. Si
queréis nuestra colaboración, debéis primero unificar vuestra nación y regresar
al tiempo en que fuísteis una gran nación. Unifíquense bajo Dios y oren tanto
como puedan’.
Le pregunté: ‘¿Puedo contarle a mis
gentes sobre lo que vi de modo que tengan cuidado?’ Me respondió: ‘Sí, pero
nadie va a creerte, debido a que tú has visto sólo una pequeña parte del futuro
y ustedes viven en el pasado. Ellos no serán capaces de entender el futuro. Tú y
tu gente están viviendo en el pasado y no pueden comprender el futuro’.
Entonces él dijo algo; no fui capaz de entenderlo bien o de comprender lo que
dijo: ‘Vimos a tu mundo ser creado desde el principio. Luego lo vimos ir a
una transformación y entonces vimos su fin. Ahora ustedes viven en períodos que
ya han pasado. Vimos esos períodos y ya han finalizado.
Es por ello que nadie va a creerte’.
Entonces él dijo: ‘Te mandaremos ahora
a tu mundo pasado’. Antes de alzar su mano él preguntó: ‘¿Por qué razón no haces
tus oraciones?’ No fui capaz de responder y me quedé en silencio. Él levantó su
mano y yo comencé mi descenso hacia la tierra. Atravesé las capas de las nubes y
vi a Bagdad. Reconocí los edificios del Ministerio de Defensa y la celda
en la que estaba detenido. Al llegar a la parte alta del edificio, no tuve
ningún temor y lo atravesé hasta llegar a mi celda. Vi mi cuerpo recostado en el
suelo y me uní a él. Comencé a gritar de dolor y empecé a vomitar sangre.
Al oír mis gritos los guardias
entraron corriendo dentro de mi celda e intentaron decirme que me había caído al
piso. Cuando vieron la sangre vomitada y que yo temblaba como una hoja, se
apuraron en llamar a su comandante, Coronel Bahget Said, con quien yo tenía una
relación cercana. Él trató de ayudar, pero temió a la gente del Servicio de
Inteligencia y en particular, el Jefe Asistente de Inteligencia, Mayor Abdul
Razzaq al-Nayf.
Más tarde fui transferido al Hospital
Militar y fui ingresado al ala de enfermedades mentales y nerviosas para
descansar un momento.
No recuerdo
cuánto tiempo yo estuve ahí.
Un día el Doctor que me trataba me
contó que había estado inconsciente durante días y que ahora yo me recuperaba.
Una persona vino un día con un gato y
se presentó a sí mismo como ‘Abu Layla,’ y me contó que se le había pedido
cuidarme. Ya que yo era un detenido me dijo que él se quedaría afuera, junto a
los guardias. Días después mi amigo, el Doctor Nezar Al-N'b, me visitó desde el
Hospital de la Fuerza Aérea. Hablamos de varios temas y entonces le conté sobre
lo que había vivido. Le conté sobre las once personas que vi con el
Presidente Aref. Él no podía creer lo que le contaba. Él pensó que
alucinaba. Entonces se puso de pies y dijo: ‘No le cuentes a nadie sobre lo que
me has dicho o si no, van a pensar que alucinas’. Él dejó la habitación
murmurando: ‘Ilusiones y alucinaciones’.
En mi tercer día en el Hospital, Abu
Layla entró para que tuviéramos una conversación. Me dijo: ‘Soy muy
cuidadoso acerca de establecer amistad con los seres que hablan (es decir,
humanos)’. Me dijo que él prefería la amistad animal. Luego me contó sobre un
accidente de un helicóptero en el que habían muerto el Presidente Aref y su
comitiva. Recibí la noticia con perplejidad, recordando al hombre de la túnica
blanca diciéndome que nadie me creería lo que había experimentado. Al día
siguiente del choque del helicóptero, el Doctor Nezar se dejó caer para verme.
Mientras él se encontraba conmigo, Abu Layla entró llevando una bandeja con
desayuno, con su gato siguiéndolo de cerca. El Doctor Nezar me preguntó
quién era él y cómo era que estaba a mi servicio siendo que yo era un detenido.
Mi respuesta fue: ‘No tengo idea.
Al principio pensé que era del
Servicio de Seguridad y luego me imaginé que sería un empleado civil del
hospital empleado para mi servicio’.
El Doctor Nezar prosiguió: ‘Por favor,
dime con franqueza y en detalle lo que me contaste hace dos días; quiero oír
todos los detalles’: Respondí diciéndole: ‘Si tu intención es hacerme daño, ya
he sufrido más de lo suficiente en tortura y abuso. En nuestro previo encuentro
tú saliste molesto, preocupado y creíste que estaba alucinando o teniendo
ilusiones. ´¿Ahora de qué me vas a acusar? ¿De conspiración? No voy a repetirte
lo que te dije. No soportaré prisión o tortura o ningún otro castigo’. Él juró
por el Poderoso Alá haber venido con intenciones honestas: ‘Por favor, cuéntame
una vez más lo que me dijiste antes’. ‘Tal como te dije, No voy a repetir lo que
he dicho antes y eso es todo.
Quizás todo eso lo imaginé’.
Se quedó en silencio y se fue.
Las autoridades de la prisión
demandaron que yo fuera devuelto a mi celda ahora que me había recuperado por
completo, a través de órdenes con ese objeto. Antes de salir del hospital, fui a
agradecer a Abu Layla y despedirme de él. Estaba sentado en una fuente junto a
su gato. Me despedí de él y le dije que iría a visitarlo después de que saliera
de prisión. Él me respondió: ‘Va a ser liberado luego, mas no va a poder
encontrarnos’ apuntando a su gato. En Agosto de 1966, Fui liberado de prisión
después de mucha gente intervenida y que había suplicado perdón presidencial.
Tomé un taxi al hospital para ver a Abu Layla, mi confiable amigo, pero no lo
encontré. Pregunté en todas partes del hospital por él. Me dijeron que no
sabían nada de él ni de su dirección. Dijeron que habían pensado que había sido
mandado por el Servicio de Seguridad a cuidarme. Jamás volví a ver a aquel
hombre otra vez.