ECM de
Diane
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Descripción de la experiencia:
Era una tarde
normal, y finalmente había logrado acostar a mis dos pequeñas a dormir la
siesta. Dos días antes había tenido
dificultades para despertarme después de dormir una siesta y por la noche, y le
había comentado a mi esposo esta preocupación.
De manera que este día en particular me sentía nerviosa ante el prospecto
de quedarme dormida, y decidí mirar televisión un rato.
Me senté en el sofá y empecé a ver mi programa favorito, y de repente
escuché que alguien me gritaba que me despertara.
Una y otra vez oí una voz que me decía, “Despiértate, Diane, tienes que
despertarte”. Cuando abrí los ojos y
empecé a incorporarme (porque pensé que me había quedado dormida), vi delante de
mí a mi abuela. Mi abuela falleció
cuando yo tenía tres o cuatro años, y mi recuerdo de ella no es muy claro.
Pero ahí estaba, en el área entre la sala y la cocina, mirándome y
hablándome, aunque no movía los labios.
Yo observaba sus labios, porque esto era algo que siempre había hecho
desde pequeña, observar los labios de las personas cuando hablaban.
El caso es que no veía que sus labios se movieran, y me di cuenta de que
me estaba hablando a través de los sentidos.
Le pregunté qué estaba haciendo, y me dijo que podía irme con ella.
Vacilé, sin saber adónde ella iba, y entonces le pregunté, “¿Adónde vas?”
Ella me miró y me dijo “Puedes venir, vamos”, y empezó a voltearse, y
parecía que iba por el pasillo hacia la habitación de mis hijas. Yo sabía que si
no me levantaba e iba con ella, no sabría adónde ir, y no me podía quedar donde
estaba, así es que empecé a levantarme.
Fue entonces
que me percaté de que ya no estaba conectada a mi cuerpo.
Me sentía ingrávida y ligera, casi etérea.
Miré mi cuerpo, y vi que no se movía conmigo.
Entonces volví a mirar a mi abuela para ver hacia dónde se dirigía, y ya
no estaba. Esto me asustó, y me di
cuenta de que debía apresurarme y alcanzarla. Al
siguiente instante, estaba flotando sobre la sala o fuera de ella, no estoy
segura. Sí sé que miré hacia abajo,
de donde había venido, y ahí estaba mi cuerpo.
Al principio pensé que debía preocuparme por haberlo dejado atrás, pero
se veía bien, y pensé que no tendría problemas ahí en el sofá.
Veía los colores de mi ropa y de los muebles, y la posición exacta en la
que me encontraba. ¡Era asombroso!
Entonces fui a algún lugar por un tiempo.
No estoy segura. No recuerdo
adónde fui, pero mi abuela no estaba conmigo en ese momento; yo estaba sola.
Luego regresé a la anterior posición flotando sobre mi cuerpo, pero a un
ángulo; no podía verme, y a la vez sí podía; no sé si podrán entenderlo.
De todos modos,
había dos personas u objetos conmigo (creo que eran espíritus).
Había uno a mi izquierda y otro a mi derecha.
Me dijeron que podía quedarme o regresar.
Cuando me vi a mí misma allá abajo, todo parecía
un poco difuso. Estaba tratando de
decidir si quería regresar, porque definitivamente no deseaba abandonar este
lugar maravilloso, apacible, lleno de amor y aceptación total en el que me
encontraba. Entonces me vinieron a
la mente mi madre, mi hermana y mis dos hijitas, y sabía que me necesitarían –
aún si esto significaba que yo sufriría durante la mayor parte de mi vida.
Me necesitaban, tenía que regresar, no podía dejarlas sin mí.
En ese instante
tomé la decisión de regresar. Y de
súbito me encontré en un lugar oscuro, cayendo, cayendo cada vez más rápido, y
sentí como que me estaban comprimiendo en un hueco pequeñito, hasta que sentí mi
cuerpo otra vez. Todo era más negro
que nada que haya visto en mi vida.
Era más oscuro que ninguna noche y más negro que la negrura más profunda.
Casi sentí miedo, hasta que percibí mi cuerpo nuevamente, el peso, la
presión. Los pulmones me dolían
mucho, y no creí que iba a sobrevivir.
De repente escuché una voz que me gritaba “¡Despiértate, Diane, tienes
que despertarte!” Seguía gritándome,
hasta que por fin traté de abrir los ojos. En
ese momento recuerdo que traté de inhalar profundamente; era como si hubiera
entrado en mi cuerpo nuevamente y necesitara comenzar a respirar, casi como si
fuera la primera vez. El pecho se me
hinchió y los pulmones inhalaron aire despacio, poco a poco, y repentinamente
tomé una gran bocanada de aire, y sentí mucho dolor.
Inhalé nuevamente y abrí los ojos, y advertí que algo estaba muy mal,
pero recordé lo que había experimentado.
Había visto a mi abuela – llevaba un vestido amarillo con flores, y
quería que yo fuera con ella.
Me incorporé en
el sofá y me percaté de que estaba empapada: la ropa, el cabello, todo.
Hasta el sofá estaba húmedo. Traté de enfocarme y fui llamar a mi madre
por teléfono, porque el corazón me galopaba y tenía que contarle que había
estado con su madre.
Después comencé
a percibir señales extrasensoriales y empezaron a sucederme cosas naturalmente y
a cualquier hora del día o de la noche.
Vi asesinatos, vi a un bebé al que secuestraban de un hospital no lejos
de donde yo vivía. Sabía lo que las
personas iban a decir aún antes de que llegaran a la puerta a decirlo.
Sabía cuándo alguien iba a llamar antes de que timbrara el teléfono.
Al pasar los
años, empezaron a suceder más cosas.
En 1986 nos mudamos a nuestra primera casa propia.
Era una casa vieja, pero era la primera que era nuestra.
Allí, después de varios meses, me di cuenta de que no estábamos solos.
Allí había niños, creo que un varón y una niña, que jugaban en nuestra
casa cuando no estábamos. Al
regresar los sorprendía jugando, los oía cuando entrábamos, y entonces se
detenían. Luego, en 1993 o 1994,
vino a visitarme un hombre – un espíritu de los tiempos de los carruajes de
caballos. Me puso las manos sobre
los hombros y sentí su calidez, su amor y su dolor.
Me asusté, me levanté de un salto y corrí hacia otra habitación.
Le grité preguntándole que quería de mí, porque había oído sus pasos con
frecuencia y las niñas habían visto su sombra a los pies de sus camas por la
noche, y yo también lo había visto.
Sin embargo, mi
esposo nunca vio ni escuchó nada. De
todos modos, alguien me había dicho que si no era un espíritu de Dios y uno le
pedía en Su nombre que se fuera, lo haría.
Así lo hice. El hombre sólo
ha regresado a hablarme un par de veces más: quería saber por qué yo había
pensado que él me lastimaría. Para
entonces yo estaba muy asustada. No
quería saber nada más de estas cosas.
Así es que, después de un tiempo, empecé a hacer caso omiso de todo lo
que pasaba. Ya no permitía que mis
sentidos reconocieran nada de lo que se me presentaba, sólo seguía mi camino.
Entonces, por un tiempo hasta podía hacer que la gente se sintiera mejor
usando mis manos. Sentía calor en
las manos al tocarlas para masajearles un espasmo muscular en la espalda o los
hombros. Todos en el vecindario
querían que les diera masajes. Pero
cuando empecé a aprender más sobre la energía chi y traté de explicárselo a
otros, la gente pensaba que me estaba poniendo “rara” y empezaron a tenerme
miedo, de manera que dejé de hacer esto también.
Cuando mi madre
estaba en el hospital, muy enferma y agonizando, el espíritu apareció junto a su
cama, al lado mío. Le dije que no
podía llevársela todavía, que yo aún
tenía cosas que hacer con ella, y él se marchó.
Día tras día mi madre fue mejorando, y ahora vive una vida plena y
saludable.