Don B ECM
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Descripción de la experiencia:
El Día Que Cambió Mi Vida Para Siempre.
7/9/10
Por Don B
Era un viernes, 9 de julio de 2010. Mi esposa, de hacia nueve meses, y yo salimos de nuestra casa a las 5:45 p.m. aproximadamente en nuestras motocicletas. Yo en mi Harley Davidson Road King y ella en su Harley Davidson Heritage Softtail. Habíamos estado planeando este viaje de nueve días a las “Smoky Mountains” (montañas humeantes) por seis meses. Esperábamos con ansias irnos los dos solos, ya que había sido un tiempo de difícil transición desde que nos casamos. Dos personas de edad media casándose, los dos cabezas duras, fusionándonos en una sola familia con un niño adolecente y un niño preadolescente con necesidades especiales. Nos conocimos durante la mediana edad en Match.com. Los dos sentíamos como si nos hubiéramos conocido por toda la vida, aunque parezca imposible. Nos enamoramos locamente, amábamos pasar tiempo junto y estar juntos, pero aun así, pasamos muchas dificultades matrimoniales el primer año. Discutimos, dos o tres veces, principalmente sobre estilos de crianza.
Había estado lloviendo por varios días en el centro de Oklahoma, pero en este día particular, el cielo se había despejado y el sol brillaba con temperaturas que rondaban los 37 grados. Parecía como si el cielo hubiera dicho “Despejamos el cielo para que ustedes partan esta noche, seguro!” Coincidencia o un llamado divino? Estábamos planeando dejar la casa y manejar sólo 193 kilómetros al este esa noche, y dormir en la posada, para arrancar cuando saliera el sol al día siguiente. La noche anterior, después de regresar a casa luego de una reunión de organización profesional, Kathy me dijo que yo había puesto su bolso de viaje al revés en su moto. Luego le dije que no, que había asegurado su bolso de viaje en el respaldo del asiento, no en su portaequipaje sino en su montura, ya que la cantidad de cosas que había empacado sobresalían de su portaequipaje por 7 centímetros. Me dijo que necesitaba todas esas “cosas” porque una mujer necesita espacio para el maquillaje, varios zapatos y un rizador, aun en un viaje en motocicleta. Conociendo a mi Kathy y lo que sentía por sus “cosas”, sólo me reí.
Antes de partir el viernes a la tarde y luego de controlar nuestros bolsos de viaje para asegurarnos que estaban seguros en las motocicletas, nos besamos, nos tomamos de la mano y rezamos a Jesús para que nos mantuviera a salvo de cualquier daño, como muchos motociclistas hacen. La foto de más abajo fue la última foto que mi Kathy tomó, con su IPhone y la publicó en su muro de Facebook. Yo controlé su bolso de viaje, para ver si estaba seguro.
Salimos del garaje, y justo antes de partir, me bajé de mi motocicleta, caminé hasta Kathy y la besé otra vez. Luego nos aventuramos fuera de la casa a las vacaciones de nuestras vidas, o eso creímos. Se convirtió en un “viaje” que cambió muchas vidas para siempre. Dirigiéndonos hacia el este, vi nubes grisáceas unos kilómetros adelante, en la ruta. Paramos en la banquina, a 32 kilómetros de nuestra casa, al este, para ponernos nuestros trajes de lluvia y anticiparnos a una llovizna tenue. Eso sí, el radar Doppler estaba limpio excepto por una pequeña célula que se dirigía al norte de otro pueblo. Una gran distancia y no había nadie cerca de donde estábamos yendo. Los meteorólogos también habían informado que luego de que esa célula se disipara cerca del pueblo, el clima se secaría por primera vez en varios días. Mientras ayudaba a Kathy con su piloto para la lluvia, la besé otra vez.
Mientras nos montábamos nuevamente en nuestras motocicletas, me di vuelta y la miré, aún maravillado de que un ángel como aquél llegara a mi vida, se enamorara de mí y luego dijera “SÍ” cuando le propuse casamiento. Ahora, exactamente hace nueve meses estábamos casados, en nuestras vacaciones, manejando nuestras motocicletas por nueve días a las “Smoky Mountains” (montañas humeantes). Me bajé de la motocicleta y fui hasta su moto. Me preguntó que sucedía. Dije “nada, quiero besarte otra vez!”. Sí, había algo hablándome en mi mente que me decía que fuera y besara a Kathy. Era la cuarta vez que nos besábamos desde que rezamos en el garaje y no tenía idea que el próximo beso con Kathy sería el último.
Habíamos viajado solamente 32 kilómetros más, desde que paramos a ponernos nuestros equipos de lluvia cuando, en sólo segundos, una tormenta fuerte sopló y el cielo se puso muy oscuro. La lluvia caía con fuerza, más fuerte de lo que jamás haya experimentado manejando. Esta tormenta reducía la marcha de todo el tráfico, ya que nadie en una bicicleta, un auto o ni siquiera un camión podía ver el camino de manera segura de frente, mientras manejaba. Las noticias más tarde ese día anunciaron a esta tormenta de dos horas como la peor caída de agua vista en muchos meses. Empecé a tener miedo por Kathy, ya que si bien era una conductora experimentada de motocicletas, pasó menos tiempo que yo arriba de una de ellas manejando. Una vez que empecé a sentir como mi rueda se resbalaba en el agua, supe que era hora de salir de la ruta. Hice señas para parar al costado del camino, lo cual hicimos, pero no teníamos refugio de la lluvia. Kathy vio un viaducto a 24 kilómetros por la ruta así que fuimos hasta allí, manteniéndonos cuidadosamente sobre la banquina, con nuestras luces de emergencia encendidas. Una vez debajo del viaducto, fue evidente que no podíamos quedarnos allí. La banquina debajo del viaducto no era lo suficiente ancha como para una motocicleta. Ello no nos daría espacio suficiente para estar lejos de nuestras motocicletas y mantenernos a salvo. Propuse volver al carril de la autopista, manteniendo una velocidad de 80 kilómetros por hora. Mi miedo era que si bajábamos la velocidad a menos de 80 kilómetros por hora, algún tonto manejando a una velocidad muy alta se estrellaría con la parte trasera de la motocicleta de Kathy. Mientras continuamos manejando por la ruta, mis ruedas seguían deslizándose con el agua. Finalmente tomé la decisión de parar y mojarnos al costado de la banquina. A unos 3 kilómetros pasando el viaducto, paramos en la banquina como pudimos, sin volcar nuestras motocicletas en la zona de césped del pavimento. Apagamos los motores, prendimos las luces de emergencia, nos bajamos de las motocicletas y nos posicionamos lejos de ellas, tomándonos de la mano.
Nos bajamos de nuestras motocicletas por diez minutos aproximadamente, en un lugar muy seguro, tan lejos del tránsito como pidiéramos. Aún estábamos usando nuestras antiparras negras, ya que la lluvia había llegado muy rápido y antes de la tormenta, el sol brillaba y la temperatura era de alrededor de 37 grados. Luego de más o menos diez minutos, nuestros cuerpos y nuestras botas estaban empapadas, Le dije a Kathy “Guau, espero que este hotel tenga un secador para el cabello porque lo necesitaremos para secar nuestras botas”. Kathy empezó a reírse y me dijo “Corazón, claro que sí. Tenemos botas Harley y ningún hotel va a permitir que las botas Harley queden húmedas”. A ese punto, empezamos a reírnos y con nuestros cascos a medio subir, la miré y le dije “te amo”. Me respondió “yo también te amo” y nos besamos. Este fue el quinto beso desde que estuvimos en el garaje una hora o menos antes, y sería la última vez que besaría a Kathy con vida.
Mientras levantaba la cabeza luego de besarla, giré suavemente a la derecha, hacia el oeste y vi un auto que manejaban sobre la banquina; parecía ir muy rápido, y venía directamente hacia nosotros. No tuve tiempo para pensar. Creo que instintivamente supe que debía proteger a mi esposa. La miré, la agarré, le grité “CUIDADO!” Saltamos en el aire, para ponernos más cerca de la zona de césped de la ruta y lejos del auto que se acercaba. Irónicamente, era un hombre el que manejaba, yendo demasiado rápido teniendo en cuenta las condiciones de la ruta mojada. Se acercaba muy rápido a la parte de atrás de un semirremolque. Trató de frenar de golpe. Perdió el control. Giró bruscamente, se patinó en el agua y sobre la banquina de la ruta donde estábamos estacionados y parados. Manejaba tan rápido que no tuvo tiempo ni la distancia para frenar.
Desafortunadamente, lo primero que vio fueron las motocicletas y sin vernos a nosotros o a nuestra trayectoria, luego de que había agarrado a Kathy, giró bruscamente lejos de las motocicletas, pero se encontró con nosotros en el mismo camino. Esta fue la última vez que sintiera a mi esposa Kathy, con vida. En lo que pareció un instante de tiempo, escuché un fuerte golpe seco. Luego me di cuenta que este fue el sonido del auto golpeando nuestros cuerpos. Este sonido seco resonaría en mi mente por muchos meses después. Se calculó que el conductor manejaba alrededor de 96 kilómetros por hora al momento del impacto. Los próximos párrafos harán mención a lo que siento respecto a mi ECM o como algunos me dijeron, -gente que no necesariamente cree en experiencias cercanas a la muerte- el funcionamiento de mi mente en un estado de inconsciencia. Sin embargo, sé lo que sentí y cómo me sentí y aunque mi experiencia cercana a la muerta no tenga muchos detalles, glamour o colores como otras que leí o conocí, creo firmemente que hubo muchos poderes divinos conmigo, como también con Kathy, esa noche.
Este golpe seco es todo lo que recuerdo en el estado “vivo”, hasta unos minutos después. Unos minutos después sentí a alguien agarrando mi mano y una voz que me hablaba. Esta persona era un hombre joven de 17 años cuyos planes luego de la secundaria fue hacer cursos previos a la carrera de medicina. Desde la noche del accidente, he hablado con el joven de 17 años y con su mamá, una enfermera, que también estuvo en la escena del accidente, momentos luego del impacto. En sus palabras, como enfermera experimentada en salas de emergencia, al ver por primera vez mi estado en la escena del accidente, no se explica cómo estoy vivo hoy. En las palabras de su hijo, me dijo que se puso a mi lado, diez minutos aproximadamente luego del accidente. Primero fue a ayudar a Kathy y se dio cuenta que ya había muerto. Me dijo que cuando se puso a mi lado había varias personas mirándome, fijamente, como si yo también estuviera muerto. Me dijo que tomó mi mano y estaba muy fría y sin vida. Parecía no haber vida en mí, según sus propias palabras. Hubo algo que le dijo que me hablara y empezó a decirme “Volvé, volvé!” Esta fue la primera vez que me sentí, acostado, y que me tocaban, luego de escuchar ese golpe seco.
Me dijeron que en el momento del impacto, solté a Kathy y luego del golpe, mi cuerpo salió volando y cayó sobre el capó del auto, rebotó en el parabrisas, partiéndolo hacia adentro. Luego reboté otra vez, con mi lado derecho, caí al costado del auto, rompiendo el espejo retrovisor del lado del conductor, hasta que caí al suelo. Kathy fue empujada debajo del auto, y arrastrada por 36 metros, mientras el auto aplastaba la parte inferior de su cuerpo. Fue declarada muerta en el lugar del accidente. Me dicen que muy probablemente quedó inconsciente al momento del impacto y fue al cielo y a los brazos de Dios en sólo minutos. En mi corazón, esto para mi es verdad, ya que no podría soportar el hecho de que estuvo en el suelo mojado sufriendo.
Mi mente recuerda estar en una situación de flotación, como luego supe. Recuerdo sentir otro “yo” alejándose de mi cuerpo, elevándose, mirar hacia abajo y ver un grupo de gente parado y arrodillado, mirando a alguien. Hay mucho de este momento que me vino a mi consciencia luego de muchos meses de reproducir constantemente ese momento en mi cabeza. Luego de muchas reproducciones, me di cuenta que ese alguien era yo. Me miraban a mí como sin saber que hacer o cómo actuar. Había muchas personas y no recuerdo a nadie hablando. Algo importante me sucedió durante este tiempo y luego de rememorar este momento varias veces pude contar lo que me sucedió. Cuando regresé a mi estado “vivo” con este joven muchacho, Tyler, que sostenía mi mano y me decía “Volvé volvé”, recuerdo tener mis ojos llenos de lágrimas. Tampoco podía moverme, y por primera vez luego de ese golpe seco sentí un dolor terrible en todo mi cuerpo. Además del dolor, estaba paralizado. No había lugar en mi cuerpo que pudiera mover. Podría atinar a un meneo, pero no podía moverme de un lado a otro o ningún miembro, ni hacia arriba ni hacia abajo. Apenas podía respirar. Luchaba para respirar, sintiendo que todo mi pecho y caja torácica habían cedido.
Mientras estaba en este estado, mirando a mi cuerpo, o “planeando”, recuerdo sentir a Kathy, aunque no en el sentido normal. Nos conectamos pero no como con nuestros seres físicos, sino de una manera que es difícil de explicar con palabras. Creo que podría describirse como telepatía o conexión cinética. Mientras reproducía en mi mente esta conexión telepática, noté que incluía otra presencia. Parecía como si los tres estuviéramos en un tira y afloje. Mientras trataba de asimilar esto en mi mente, parecía que el tira y afloje era como si esta presencia o Ángel hubiera agarrado a Kathy y Kathy me hubiera agarrado a mí. Parecía que iban y venían y finalmente un tirón fuerte me desprendió de la presencia de Kathy. En ese momento pareció como si hubiera gritado y me hubiera dicho: “Te fuiste, no? Te fuiste”. Comencé a llorar. Habrá sido el mismo momento en que escuché a Tyler hablando.
Desde esa noche he intentado juntar todas las piezas desde un punto de vista humano y entender lo que sucedió. Llegué a estas conclusiones: 1) Aunque nuestros cuerpos no estaba juntos, Kathy y yo morimos juntos, de acuerdo al examinador médico, a las 7.01 pm, hora exacta en la que bailamos como marido y mujer por primera vez, nueve meses atrás. 2) Debe haber una razón por la cual nunca sentí dolor o incomodidad durante este tiempo. 3) Esta presencia, o Ángel de Dios que se aferraba a Kathy se estaba comunicando con ella diciéndole que yo no podía ir, ya que Dios dijo que no era mi momento. 4) Al ser tenaz y persistente, ella no aceptó que no fuéramos al cielo juntos, por eso se aferraba a mí. 5) Después de darse cuenta de que no iba a ganar este tira y afloje, finalmente, utilizando todos sus recursos de la experiencia humana, negoció con su Ángel y aceptó marcharse, sólo cuando supiera que a su hombre lo iban a cuidar. Y 6) Con la presencia de Tyler a mi lado, la única persona de entre muchas que se agachó, agarró mi mano y me habló, la conexión cinética con Kathy se desconectó. Comencé a llorar, sabiendo que se iba sin mí. Fue entonces que esta fuerza cinética decía en mi cabeza “ te fuiste, no? Te fuiste”. Cuando regresé a mi estado “vivo”, no recordaba que Kathy se había muerto.
Gritaba por ella constantemente, una y otra vez. Horas después, sólo cuando mi hijastra Beth entró a la sala de emergencias supe, humanamente, que Kathy había muerto. Una vez de vuelta al estado “vivo”, tirado en el piso sintiendo una parálisis total de mi cuerpo, seguí gritando por Kathy. Me dijeron que alguien estaba con ella. En un cierto punto, mucho después a que llegaran los paramédicos, vi por arriba de mis ojos, que metían una camilla en otra ambulancia, y supe que era Kathy. Traté de darme vuelta para ver más, pero no podía. Seguí preguntado por ella, pero todo lo que me dijeron fueron palabras como “hay alguien con ella”. Una parte de mi siguió preguntándose por qué no escuché una sirena pero en ese momento no entendía bien que sucedía. Una vez que su ambulancia se fue, comencé a recobrar el movimiento de partes de mi cuerpo, aunque con mucho dolor.
Luego de que los paramédicos estabilizaran mi cuerpo y después de que se llevaran a Kathy, me trasladaron al hospital local. Fue en este hospital que mi hija Beth me dijo que Kathy, es decir, su mamá, había muerto. Luego de una examinación completa y muchos rayos x, los doctores no encontraron heridas mayores, sólo con un pequeño tajo, corté mi rodilla derecha, que cocieron con con varios puntos, y me dieron el alta y me fui a mi casa. Luego descubrí que Kathy había sido transportada por esa ambulancia a una funeraria local, omitiendo ir a la sala de emergencia, ya que había sido declarada muerta en la escena del accidente por los médicos. Después de repasar lo sucedido esa noche varias veces, llegué a otras conclusiones.
Creo que mis heridas, por más superficiales que hayan sido en el resultado final, eran muy reales en el momento en el que Kathy todavía estaba en la escena del accidente. Si mis heridas hubieran sido superficiales, mi primera reacción hubiera sido salir corriendo a su lado para intentar salvarla. Una intervención divina, una presencia angelical me prohibió moverme. Sí, creo que eso es exactamente lo que no dejó que me moviera. La otra conclusión en la que creo es que Dios dirige nuestro espíritu, dentro de nosotros, sin saberlo conscientemente, para resolver una cierta cantidad de asuntos pendientes antes de nuestra partida. Esa noche fue la noche destinada por Dios que eligió para el viaje final de Kathy aquí en la Tierra y mi viaje a una experiencia cercana a la muerte.
Al mirar hacia atrás y ver mucha de las acciones de Kathy, conectando esas acciones a “asuntos pendientes”, me sorprendo con una discusión que tuvimos varias semanas antes de su muerte. Casualmente estábamos hablando de cómo, al manejar una motocicleta, todos manejamos con la muerte a unos pocos metros de nosotros. Luego ella dijo, parafraseándola: “Don, yo me voy a ir primero, porque no sabría qué hacer si te morís primero. Así que recordá que la persona que va a ser más importante para vos y tu futuro será Beth”. Respondí sorprendido “tu hija Beth? Ni siquiera sé si le agrado!”. Kathy entonces me respondió “Oh sí, le agradas y créeme que lo que te digo es así”.
Increíblemente. Beth y yo somos muy unidos, como con todos mis hijastros, pero Beth y yo hemos desarrollado una cercanía increíblemente fuerte de la cual estoy muy agradecido y me siento bendecido por ella. También sé que muchas veces, en el caso de una muerte no planeada, el sobreviviente siente que no pudo despedirse. Al principio creí eso, hasta que repasando el accidente en mi cabeza una y otra vez, me dí cuenta que nos dieron una “Oportunidad Divina”, para despedirnos. Pensé, a cuántas parejas enamoradas, involucradas en un accidente como el nuestro, se le da la oportunidad de besarse, no una vez, ni dos, sino cinco veces, especialmente en un viaje en motocicleta? Y la última vez, la quinta vez, el beso final, segundos antes del impacto y segundos antes de la muerte de Kathy, prolongado por nuestros “te amo”. Coincidencia o Intervención Divina?
Desde esa noche fatal que cambió mi vida para siempre, leí mucho sobre experiencias cercanas a la muerte y llegue a la conclusión de que yo, de hecho, tuve una experiencia cercana a la muerte, si bien no tan profunda o larga como otras que leí. Ya pasaron dos años desde que Kathy falleció y mi vida sigue cambiando y evolucionando diariamente. Intenté muchas veces ir más profundo al reino de mi mente. Cada vez que me acerco a que se me revelen más cosas, mi mente deja de prestar atención. Descubrí que ya no tengo miedo a la muerte, especialmente cuando ando en motocicleta. No manejo o vivo negligentemente, pero me acerqué más a mi fe, como nunca antes, y espero con ansias mi viaje al cielo donde sé que me reuniré con Kathy y nos abrazaremos, inclinaremos nuestras cabezas y rezaremos a Dios. Como lo hicimos cada domingo en la Iglesia. Sólo que esta vez estaremos en presencia de su Santidad.
Estuvimos juntos sólo por tres cortos años, pero para los dos fue como si hubiéramos estado juntos toda la vida. Coincidimos en que fue Dios que nos juntó. Pareció que cuando ella se soltó de esa conexión cinética que teníamos, mucho de los rasgos de su personalidad pasaron a mí. Desde su muerte, y desde mi experiencia cercana a la muerte, estoy más tranquilo, más tolerante, más agradecido y más paciente, como era ella. También descubrí que transmito mis pensamientos, mis sentimientos y mis experiencias más positivamente. Muchos me dijeron que debería escribir un libro sobre mis experiencias con Kathy, el accidente, nuestro tiempo juntos, y de cómo su muerte afectó mi vida. Puede que lo haga, con el diario improvisado de mi experiencia cercana a la muerte, como primera aproximación. Kathy era la inspiración de mi alma y mi corazón. Solía decirme “No somos perfectos, pero somos perfectos el uno para otro”.