ECM de
Ellen
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Descripción de la experiencia:
Fui admitida en el hospital para una nueva cesárea de rutina. Me acuerdo de la
anestesia y de un profundo sueño…en otras palabras, no tengo recuerdos. Luego oí
al anestesista anunciar mi presión arterial. Su voz era calma y voluntariosa. De
repente, me materialicé en el techo, a la derecha de mi cuerpo. Vi mi cuerpo y
sabía que se trataba del mío. Vi al cirujano. Escuchaba música “country” y
suturaba mi cuerpo…empezando por la izquierda, iba progresando hacia la derecha.
Era asiático y encontré interesantes sus gustos musicales. Todo era de color.
Miré el cuerpo repetidas veces, sabía que era el mío, pero sentía absoluta
objetividad respecto a él. Me pregunté (en mis propios pensamientos) si tenía
hambre o necesitaba algo; no. ¡El lugar donde me hallaba era maravilloso!
No tenía problemas ni cuidados. Oyendo la presión arterial hundirse, supe que mi
cuerpo iba a morir si yo no regresaba; ello no me concernía. Entonces, oí lo
siguiente: “25…..”
De pronto, me sumergí hacia atrás, casi como aspirada por un torbellino. Todo
era negro. No había ahí ninguna luz en absoluto. Tras un rato, vi una luz
distante. Tenía curiosidad por la luz. Me sentí desplazada persistentemente
hacia delante, hacia la luz. Cuando estuve a 10 ó 15 metros, me percaté que la
luz parecía ser de llamas proviniendo del interior de una puerta. Allí
había una figura oscura, ominosa, que se mantenía a la derecha del marco de la
puerta. Parecía maligna. Con la mano derecha no paraba de hacerme señales
invitándome a entrar con un movimiento circular de la mano. Me asusté mucho.
Sonidos parecidos a gritos de almas atormentadas (no gritos de dolor, pero
gritos de alma) provenían del fuego detrás de él. Intenté recular pero descubrí
que no podía.
A ambos lados de mí, aparecieron “guías espirituales”. Su orientación
proporcionaba la energía que me hacía avanzar. Seguí intentando dar marcha
atrás, pero descubrí que no tenía forma física, no tenía nada con lo que
recular. Tenía la impresión que un enorme imán me atraía constantemente hacia la
habitación / el fuego. Empecé a gritar: “Dejadme morir.”. Sabía que decía algo
imposible; pedía que hiciesen morir mi alma. Repetidamente, grité: “Dejadme
morir.”, pues eso era preferible a entrar por la puerta.
Supe que estaba de vuelta en mi cuerpo, pero no quería estar en él. Quería
estar en el primer sitio, encima de todo. Los médicos y las enfermeras me
sacudían y me llamaban por mi nombre. Ahora, pensé, tengo una voz. Seguí
gritando que me dejaran morir. Podía oír los sonidos en la habitación y sabía
que intentaban reanimarme, que querían que volviera. Finalmente, una voz dijo:
“Tienes un niño.”. Respondí: “Dieciocho años más y entonces podré irme.”.
A la mañana siguiente, el anestesista vino a mi cuarto. Me miró profundamente a
los ojos y me preguntó “si me acordaba de algo.”. Moví la cabeza
afirmativamente. Me preguntó si “quería hablar” de ello; negué violentamente con
la cabeza. Sombríamente, dijo que respondería a mis preguntas cuando estuviera
lista. Me limité a mirarle.
En 1983, estaba de nuevo embarazada. Asustada por mi experiencia de 1981, y
temiendo que no me pudieran regresar para cuidar de mi hijo, hablé con un
médico. Me escuchó. Luego, cogió mi historial médico. Mientras lo leía, no
paraba de sacudir su cabeza diciendo: “Oh, no. Oh, no.”. Su respuesta me
confirmó el aspecto médico de lo que había pasado. Pregunté: “¿Cuál es la cifra
más baja? ¿25 sobre qué?” Él respondió: “La oscuridad era 25 sobre cero.”.
El médico (que examinó mi expediente más tarde), pensaba que fue por el
anestésico usado. No fue un mal sueño; fue tan real como que mi presión cayó
drásticamente. Ese anestésico, por lo que me han dicho, ya no está en el
mercado. Yo PENSABA que era algo llamado “Kennington” pero pudo tratarse de
Ketamina. Me dijo que mucha gente había tenido con él “malos sueños.”.
Por favor, comprendan que no tengo necesidad de confirmar lo que pasó. Al
contrario, siento gran respeto por aquella experiencia. He cambiado
tremendamente mi vida, pues me he vuelto muy consciente de la presencia /
existencia de Dios, y mi responsabilidad para con él está muy clara.