ECM del Dr. George Rodonaia
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Descripción de la experiencia:
El Dr. George Rodonaia es doctor en medicina y además un tiene un doctorado en neuropatología, así como un doctorado en psicología de la religión. Recientemente dio un discurso dirigido a las Naciones Unidas sobre “La emergente espiritualidad global”. Antes de inmigrar de la Unión Soviética a los Estados Unidos en 1989, trabajaba como psiquiatra en el campo de la investigación en la Universidad de Moscú.
La experiencia clínica cercana a la muerte experimentada por el Dr. Rodonaia, constituye uno de los casos más extensos que se haya registrado jamás. Tras ser declarado muerto en un accidente automovilístico en 1976, lo dejaron en el depósito de cadáveres por tres días. No “volvió a la vida” hasta que un médico comenzó a practicarle una incisión en el abdomen como parte de la autopsia.
Un aspecto notable que caracteriza la experiencia cercana a la muerte del Dr. Rodonaia, así como la de numerosas personas, es que experimentó una transformación radical como resultado de ella. Antes de tener la ECM, el Dr. Rodonaia trabajaba como neuropatólogo. Además era un ateo declarado. Sin embargo, después de la experiencia, se entregó enteramente al estudio de la psicología de la religión. Se ordenó sacerdote en la Iglesia Ortodoxa Oriental (Eastern Orthodox Church), y en la actualidad es pastor asociado de la Primera Iglesia Metodista Unificada (First United Methodist Church) en Nederland, Texas.
“Lo primero que recuerdo de la experiencia cercana a la muerte es que descubrí que me encontraba en una oscuridad total. No sentía dolor físico; de algún modo aún estaba consciente de mi existencia como George, y todo lo que me rodeaba era oscuridad; una oscuridad absoluta y completa – la mayor oscuridad que existe, más oscura que cualquier oscuridad, más negra que cualquier color negro.
Esto era lo que me rodeaba y ejercía presión sobre mí. ¡Me sentía aterrado! No estaba preparado para esto. Me sorprendió descubrir que seguía existiendo, pero no sabía dónde estaba. Mi único pensamiento era: ¿Cómo puedo ser si no soy? Esto era lo que me preocupaba.
Poco a poco conseguí dominarme y empecé a pensar en lo que había sucedido y en lo que estaba pasando, pero nada ocurrió que me calmase o relajase. ¿Por qué estoy en esta oscuridad? ¿Qué se supone que tengo que hacer? Entonces recordé la célebre frase de Descartes ‘Pienso, luego existo’. Esto me quitó un enorme peso de encima, ya que en ese momento supe con seguridad que todavía estaba vivo, aunque evidentemente en una dimensión muy diferente. Luego pensé, ‘Si existo, ¿por qué no ser positivo?’ La idea que me vino fue: Soy George y estoy en la oscuridad, pero sé que existo. Soy lo que soy. No tengo que ser negativo.
Entonces pensé: ‘¿Cómo se puede definir lo positivo desde la oscuridad? Bueno, lo positivo es la luz.’ Súbitamente estaba en la luz: brillante, blanca, reluciente y fuerte, una luz muy intensa. Era como el flash de una cámara, pero sin centellear – así de brillante. Una brillantez constante. Al principio el brillo de la luz me resultaba doloroso. No podía mirarla directamente. Pero poco a poco comencé a sentirme seguro y cómodo, y de repente, todo parecía estar bien.
A continuación empecé a ver moléculas volando de un lado a otro, átomos, protones y neutrones, volando por todas partes. Por un lado, todo era un caos total, pero lo que me resultó muy grato fue ver que este caos también tenía una simetría propia. La simetría era maravillosa, unificada y completa, y me inundaba de un gran bienestar. Vi delante de mis ojos la forma universal de vida y la naturaleza. En ese mismo instante toda preocupación por mi cuerpo desapareció, porque tuve claro que ya no lo necesitaba, que en realidad era una limitación.
Todos los sucesos de esta experiencia convergían, de manera que me resulta difícil situarlos secuencialmente. El tiempo, en la forma en que yo lo conocía, se había detenido: el pasado, el presente y el futuro de algún modo se fusionaban en la unidad intemporal de la vida.
En algún momento experimenté lo que se denomina “proceso de repaso de la vida”, y observé mi vida de principio a fin, de una sola vez. Fui partícipe de los dramas ocurridos durante mi vida, como si una imagen holográfica de mi vida pasase delante de mí. No tenía consciencia de pasado, presente o futuro, sólo del ahora y de la realidad de mi vida. No empezaba por mi nacimiento y continuaba hasta mi vida en la Universidad de Moscú. Todo apareció de una vez. Ahí estaba yo. Esta era mi vida. No sentí ningún remordimiento o sensación de culpabilidad por las cosas que había hecho. No me sentía de ninguna manera concreta frente a mis errores, faltas o logros. Sólo sentía mi vida por lo que es, y estaba contento con ello. Acepté mi vida tal y como es.
Durante este tiempo la luz irradiaba una sensación de paz y alegría en mí. Era algo muy positivo y me sentía muy contento de estar en la luz. Y comprendí el significado de la luz. Descubrí que las leyes físicas que regulan la vida humana no eran nada si se las comparaba con esta realidad universal. Conseguí ver que los agujeros negros son sólo una parte de ese infinito que es la luz. Logré ver que la realidad se encuentra en todas partes. Esto no sólo se refiere a la vida en la tierra, sino a la vida infinita. No sólo está todo interconectado, todo también es sólo uno. Sentí que la luz y yo éramos uno y que todo estaba bien en mí y en el universo.
Mientras me encontraba inundado de estas cosas tan buenas y de la maravillosa experiencia, alguien empezó a hacer una incisión en mi abdomen. ¿Te imaginas? Lo que ocurrió es que me habían llevado a la morgue. Me habían declarado muerto y me dejaron tres días allí. Se abrió una investigación sobre la causa de mi muerte y enviaron a alguien para que me practicase una autopsia. Cuando comenzaron a abrirme el abdomen noté cómo una gran fuerza se apoderaba de mi cuello y me empujaba hacia abajo. Y era algo tan poderoso que abrí los ojos y sentí un enorme dolor. Mi cuerpo estaba frío y comencé a tiritar. Inmediatamente suspendieron la autopsia y me llevaron al hospital, donde pasé los próximos nueve meses, la mayor parte del tiempo conectado a un respirador.
Poco a poco recuperé la salud. Pero nunca volvería a ser el mismo, y lo único que quería hacer por el resto de mi vida era adquirir sabiduría. Movido por esta nueva inquietud, me matriculé en la Universidad de Georgia, donde obtuve mi segundo doctorado en psicología de la religión. Luego me ordené sacerdote en la Iglesia Ortodoxa Oriental. Con el tiempo, en 1989, vine a los Estados Unidos, y ahora trabajo como pastor asociado en la Primera Iglesia Metodista Unificada en Nederland, Texas.
Cualquiera que haya vivido tal experiencia de Dios, que haya tenido semejante sensación de conexión con la realidad, sabrá que sólo hay una única labor verdaderamente importante en la vida, y esa es amar; amar la naturaleza, a las personas, a los animales, a la creación en sí, sólo por el hecho de ser. Servir a la creación de Dios con amor, generosidad y compasión - ésta es la única existencia que tiene valor.
Son muchos los que recurren a las personas que hemos tenido experiencias cercanas a la muerte creyendo que tenemos todas las respuestas. Pero sé que esto no es cierto, al menos no completamente. Nadie comprenderá totalmente las grandes verdades de la vida hasta que finalmente nos unamos con la eternidad, en el momento de la muerte. Entretanto, está en nuestra naturaleza buscar respuestas a las preguntas más profundas sobre la experiencia cercana a la muerte y la inmortalidad.