Godfrey Z ECM
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Descripción de la experiencia:
Todo esto aconteció en Malta en
Diciembre de 2004. Yo tenía 46 años de edad.
Soy un
Sacerdote Católico Romano.
Durante un partido de fútbol con
ungrupo de mis compañeros hermanos religiosos y nuestros amigos, me lesioné mi
rodilla. No dolía demasiado, aunque debí parar de jugar. Vendé mi rodilla y
mantuve el vendaje puesto por tres días. Cuando me sentí mejor de la rodilla,
retiré el vendaje y sufrí una embolía pulmonar, aunque en ese momento no sabía
qué estaba yo sufriendo. Dado los patrones de fiebre que me dieron, me convencí
de que se trataba de un ataque de malaria que había contraído varias veces los
años anteriores, mientras trabajaba en Nigeria. Esto confundió a mi médico, al
comienzo, pero pasada una semana, él comenzó a reconsiderar este diagnóstico.
Me puse tan débil y con tanta dificultad para respirar que él decidió
hospitalizarme de inmediato. Yo me negaba
tanto que él tuvo que insistir.
En el
hospital, la prueba para malaria salió negativa y prontamente fui diagnosticado
con una embolía pulmonar que bloqueaba ambos pulmones. Me enviaron a cuidado
intensivo esa misma noche. Todo cuanto recuerdo de la mañana siguiente es que
mientras intentaba incorporarme para tomar desayuno, perdí el conocimiento.
Recuerdo que posterior a mi pérdida de
conocimiento, sentí una gran paz y felicidad. No vi ninguna luz ni oí voces,
pero sí recuerdo vívidamente que mientras el equipo de enfermeras me regresaba,
me encontraba muy irritado, ¡Tal como si hubiese estado gozando de una hermosa
película y la energía eléctrica se hubiese cortado en la mejor parte!
Al retornar a la conciencia, mi
frecuencia cardíaca estaba cerca de doscientos latidos per minuto y las
enfermeras seguían gritándome que respirara.
Posteriormente las enfermeras me cambiaron.
Me di
cuenta de estar todo mojado, también. ¡Fue entonces que me di cuenta de que
había estado muerto! Más adelante, Me contaron cómo la alarma había empezado en
el preciso momento en que las enfermeras se encontraban cambiando de turno y el
inevitable pánico subsecuente por el cual las enfermeras fueron a asistirme y a
resucitarme.
Como sacerdote, por cierto que no he
cambiado mis creencias, sino que ahora las siento reforzadas. ¡Me siento
ahora mucho más seguro de la vida más allá de la presente!
Y ya no siento más temor de morir.