En la Luz Divina |
Descripción de la experiencia:
Es una mañana lluviosa de sábado en Illinois, mientras recuerdo aquel día de
invierno en Texas, en 1955. De pie en la cocina de nuestra nueva casa,
pensaba en mi esposo, que estaba en la Fuerza Aérea y había salido una semana
antes para una asignación de 3 años en Inglaterra. Mis dos preciosas hijas,
Cathy, de 6 años, y Carol, de 18 meses, jugaban cerca de mí. Íbamos a reunirnos
con mi esposo en unas cuantas semanas.
La vida era maravillosa, y éramos muy afortunados.
Dos años antes, yo era atea; ahora era cristiana y tenía un hogar y una
familia cristiana.
La muerte llegó a
mi puerta
Estaba parada en la
cocina, cuando un fuerte dolor en el abdomen me hizo caer de rodillas.
En el transcurso de una hora, estaba tan débil que no podía mantenerme en
pie. Me preocupaban mis hijas, y
llamé a mi madre y a mi padre para que vinieran a ayudarme.
Como enfermera, sabía que algo grave sucedía, y trataba de pensar
lógicamente en la causa del dolor.
La semana anterior, había consultado al ginecólogo en la base aérea porque
“sabía” que estaba embarazada. Luego
de un examen, él me dijo que no estaba embarazada.
Yo no le creí. Acostada en mi
cama y con dolor, yo sabía lo que significaban los síntomas.
Sí estaba embarazada, pero era un embarazo ectópico, en el que el embrión
se había implantado en la trompa de Falopio en lugar del útero.
Esto significaba que el dolor que sentía era resultado de la ruptura de
la trompa a medida que el embrión crecía, y que tenía una hemorragia interna en
el abdomen. Nuestro ministro y su
esposa llegaron para orar con mi madre y mi padre.
La vida después de
la muerte
El viaje al
hospital de la base fue doloroso. Al llegar, nos dijeron a mi padre y a mí que
esperáramos, aunque se había informado al personal
de mis síntomas. Finalmente
me colocaron sobre una mesa en una sala de exámenes, donde comencé a sentir que
mi vida se iba desvaneciendo, y pensaba en mis hijas y lo que les sucedería,
¿quién las amaría y las cuidaría?
Mi audición era
excelente, podía oír cada palabra que se intercambiaba en esa habitación.
Estaban presentes dos médicos y tres asistentes.
Me daba cuenta de que estaban preocupados mientras trataban de medir mi
ritmo cardíaco y mi presión arterial.
En este punto, comencé a flotar lentamente hacia el cielo raso, donde me
detuve y contemplé la escena que ocurría debajo de mí.
Mi cuerpo sin vida yacía sobre la mesa de examen, y un médico le decía a
otro que recién entraba por la puerta “¿Dónde estaba?
Le llamamos, pero ya es demasiado tarde, está muerta, no tiene pulso ni
presión arterial”. Otro médico dijo “¿Qué vamos a decirle a su esposo?
Está destacado en Inglaterra y sólo hace una semana que se fue”.
Desde mi posición encima de la escena pensé, “Sí, ¿qué le van a decir a
mi esposo? Buena pregunta.
¡Qué considerados!” En ese
momento recuerdo que pensé “¿Cómo puedo encontrar el humor en una situación como
ésta?”
Ya no me veía a mí
misma ni a los ocupantes de la habitación.
De repente tuve consciencia de una luz divina que lo abarcaba todo.
Ya no tenía dolor, y mi cuerpo se sentía como nunca antes, libre.
Sentía júbilo y satisfacción.
Oí una música hermosísima, que sólo podía provenir del cielo.
Pensaba, “Así es la música celestial”.
Tuve consciencia de una paz que sobrepasa todo entendimiento.
Empecé a mirar esta luz y me
di cuenta de lo que me estaba sucediendo; no quería irme de allí jamás.
Estaba ante un ser divino, el Hijo de Dios, Jesús.
No lo veía, pero estaba en la luz, y me hablaba telepáticamente.
Sentí el amor rebosante de Dios.
Me dijo que tenía que regresar con mis hijas, y que aún tenía una labor
que cumplir en la tierra. No quería
irme, pero lentamente regresé a mi cuerpo, que para entonces estaba en otra
habitación donde se hacían preparativos para una cirugía.
Recuperé el conocimiento a tiempo de oír al personal médico explicar que
mi corazón había comenzado a latir otra vez y que me iban a llevar a cirugía
para extraer mi embarazo ectópico y la sangre que tenía en el abdomen.
Luego de esto no tuve consciencia de nada por varias horas.
Visita divina en la cama
El Cielo tenía otro
mensaje para mí, y esta vez no abandoné mi cuerpo.
Estaba en una cama de recuperación después de la operación, cuando
sucedió el momento más importante de mi vida.
La luz celestial volvió a aparecer, llenando la habitación completamente.
Esta vez tuve una visión de Jesús en la luz, y era hermoso, llenaba la
habitación con su presencia y su amor y misericordia.
En la visión que tuve veía sus hombros y su cabeza.
Me habló telepáticamente diciendo, “Recuerda lo que te he dicho, recuerda
cómo me he revelado a ti, y esto será un consuelo y una fuente de fortaleza
estable en los años venideros y para la labor que tendrás que hacer.
Ahora sabes que no tienes que temer a la muerte”.
Los próximos días
En los siguientes días de mi estancia en el hospital, muchos de los empleados
del hospital, curiosos, buscaban excusas para visitar mi habitación.
Las noticias vuelan en las comunidades médicas, y todos sabían que me
habían declarado muerta y luego había vuelto a la vida.
Cuando el ginecólogo me visitó, vio la biblia que tenía a mi lado, y me
preguntó sobre mis creencias religiosas. Él había escuchado lo que les dije a
algunos miembros del personal médico que vinieron a visitarme.
Ellos habían estado presentes cuando me declararon muerta.
Cuando me recuperé, les dije todo lo que habían comentado durante mi
muerte. Estaban asombrados.
Cuando salí del
hospital de la base unos días más tarde, llegando a casa, vi a mi bebé y a mi
hija de 6 años asomadas a la ventana.
En mi corazón pensé, “Gracias, Dios mío, por permitirme regresar con mis
hijas y por el privilegio de ser su madre”.
Siempre recordaré sus dulces rostros asomados a la ventana.
Despues de años
Más tarde nos reunimos con mi esposo en Inglaterra y cumplimos nuestra misión de
trabajar con niños y adolescentes. Mi experiencia de la muerte le dio una mayor
dimensión a mi vida y a mi labor en la escuela dominical con los jóvenes.
Al volver a los Estados Unidos, mi familia creció, y continué mi trabajo
y mi educación, impartiendo clases de enfermería como profesora universitaria.
Siempre he estado agradecida por haber regresado a la tierra y tener una
segunda oportunidad, y sé que debo emplear sabiamente mi tiempo aquí.
Ahora estoy jubilada y tengo cáncer terminal.
He vivido una vida plena, y la experiencia de la muerte que tuve aún vive
en mi corazón, en mi alma y en mi espíritu, luego de 43 años.
La misericordia y el amor de Dios son para siempre.
En la década de
1950, el modelo clínico que seguían los médicos y hospitales no daba cabida al
fenómeno de la experiencia cercana a la muerte y de las personas que morían y
regresaban a la vida, luego de vivir experiencias celestiales.
Mi experiencia con la muerte era sagrada para mí, y la guardaba
celosamente en mi corazón. Sólo la
compartí con mi esposo y con mi padre, y más tarde con mis hijos.
En los años 70 comenzaron a aparecer libros sobre este tema, y descubrí
que muchas personas habían tenido experiencias similares.
Sin embargo, muchas de estas personas hablaban de haber experimentado un
repaso de su vida y de haber estado en un túnel.
Yo no experimenté ninguna de estas cosas.
Tal vez la revisión de mi vida ocurrió cuando me hice cristiana, cuando
examiné mi vida y le confesé mis pecados a Cristo.
Me consuela saber que la sociedad está mucho más informada hoy en día y
que la investigación sobre la muerte y el proceso de morir está avanzando
constantemente.
¡Gracias, Susan, por compartir esta
edificante experiencia! La
experiencia del túnel sólo ocurre en aproximadamente el 30% de todas las ECMs.
Creo que las ECMs nos brindan algo que necesitamos, y estoy de acuerdo en
que el examen de vida que realizó anteriormente pudo haber hecho este proceso
innecesario durante la experiencia.