ECM de
Jerry B
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Descripción de la experiencia:
1991
Realmente, no sé por dónde empezar pero siento que DIOS quiere que lo comparta.
Cada vez que he intentado escribirlo, he roto a llorar porque está tan fresco en
mi mente como si hubiese sido ayer. Es la cosa más emocionante que me ha pasado
en toda mi vida.
Primero déjenme decirles un poco quién soy. Soy un hombre blanco de 57 años de
edad, vivo en Georgia en los Estados Unidos. Estoy casado. Mi mujer se llama
Ann. Tenemos cinco hijos, diez nietos, más uno en camino, y dos bisnietos, más
uno en camino. Soy médico retirado pero no me gusta la jubilación.
Volviendo a 1991, no me sentía demasiado bien, estaba realmente cansado, no
podía dormir, tenía el brazo entumecido y me dolía, y apenas podía respirar.
Pensé que era debido a los cigarrillos y a la edad. Mi esposa ha estado
conduciendo un autobús escolar durante 28 años. En ese momento estaba en su ruta
de servicio. Yo estaba en casa en el patio trasero. Teníamos un viejo camión
para remolcar nuestra caravana hasta nuestro terreno, al borde de un lago, en
Alabama. La pintura del camión estaba deslucida por lo que un amigo y yo
repintábamos el interior y el exterior.
Estaba en el patio colocando las sombrillas cuando comencé a sentir náuseas y a
sudar a mares. Tenía un violento calambre en el pecho que bajaba hasta el brazo.
Como la mayoría de los que fuman, pensé que si me sentaba y fumaba aquello
desaparecería. Muchachos, ¡qué equivocado estaba!
En ese momento, llegó mi mujer con el autobús, aparcó, y se dirigió al sitio
donde me había sentado. Lo primero que me dijo fue: “¿algo va mal? ¡estás blanco
como un algodón!”. No queriendo preocuparla, le dije que pronto estaría bien. Me
preguntó de nuevo si quería que llamase al 911 (urgencias), o que me llevase al
hospital. Abrió la puerta trasera y entró a casa. Yo me levanté y comencé a
seguirla al interior. Cuando pasaba por la puerta, sentí como si alguien me
hubiese cortado completamente el suministro de aire. Caí de rodillas y luego
hacia atrás. Era como si tuviese 6 elefantes juntos sobre el pecho. Fue entonces
cuando comprendí que tenía un grave problema.
Ann se volvió y llamó al 911 (urgencias). Yo le dije que pensaba que tenía
un ataque al corazón. A su vez ella repitió lo que le decía al 911, les dijo que
se apresuraran. Entonces le pedí que llamara a mi amigo Grady, era ése que
repintaba el camión conmigo, yo sabía que él tenía algunas pastillas de
“nitroglicerina” para su corazón. Él llegó con las pastillas antes que los
enfermeros. Me puse dos debajo de la lengua pero aquello no me alivió en
absoluto. Fue entonces cuando llegó el equipo de urgencias. Les dije que no
podía respirar y que el pecho me dolía horrores. Cortaron y me quitaron la
camisa, me conectaron a un monitor, y dijeron que tenía una crisis cardiaca
masiva provocada por coágulos de sangre. Entonces fue cuando vi a mi mujer
completamente perdida.
Empecé a tener una divertida sensación que jamás antes había sentido. Miré a mi
amigo Grady, a los de urgencias y dije: “me voy a morir.”. Le pedí a Grady que
les dijera a los niños que se ocuparan de Ann y que los quería a todos. Luego
tuve la impresión de que mi pie se adormecía totalmente, todo se volvió gris y
sentí la sensación más pacífica que jamás experimenté en toda mi vida. Todo se
volvió negro. Esto pareció durar no más de un minuto.
Lo siguiente que recuerdo es haber flotado por encima de los de urgencias
mirándoles ocuparse de mí. Me dieron estímulos en el corazón y entonces
empezaron a darme shocks eléctricos en el corazón con las palas del
desfibrilador. Tras intentar dos desfibrilaciones, vi mi espíritu flotar fuera
de mi cuerpo. Vivo en un edificio de dos plantas. De golpe el techo desapareció
y empecé a flotar hacia lo alto. Podía ver a todos los que estaban dentro de la
casa y fuera de ella. Cuando mi amigo Grady vio que estaba muerto, corrió fuera
y se apoyó en el camión vomitando. Podía verlo tan claro como el día. Mi mujer
Ann tuvo que ser sostenida por amigos que habían acudido.
Los de urgencias seguían trabajando en mí. Llamaron a un equipo de refuerzo
debido a mi parada total. El segundo equipo se precipitó dentro con un nuevo
desfibrilador cargado y listo. Durante todos estos acontecimientos nunca tuve
miedo a morir.
De golpe entré en un túnel muy estrecho. En el otro extremo se hallaba la más
hermosa luz que jamás vi. Tenía la impresión de avanzar con la cabeza por
delante a cien millas por hora. La luz se aproximaba sin cesar. Era muy
brillante pero no dañaba los ojos. Entonces entré en la luz igual que se salta a
una piscina. Fui completamente cubierto por la luz. Del centro de la luz vino
una voz que dijo que todo iría bien. ¡¡¡Nunca sentí tal paz; no había ningún
dolor; y el amor que sentí allí era tan grande que no hay suficientes palabras
en el mundo para deciros lo grande que era!!!
No sé cómo, supe que era DIOS. ÉL dijo: “debes volver: tu mujer no sobrelleva
bien la situación.”. ÉL dijo: “mira abajo y podrás verla.”. Miré hacia abajo y
pude ver todo lo que pasaba en nuestra casa; Ann era una ruina total. Aun
queriéndola tanto, me volví y le dije a DIOS: “no quiero volver. DIOS mío, nunca
he sentido tanto amor y tanta paz en la tierra como lo he sentido aquí.”. ÉL
dijo: “entra y te mostraré el PARAÍSO pero luego deberás regresar pues tengo un
trabajo que necesito que hagas en la tierra”.
Lo que DIOS me mostró ese día no hay palabras suficientes en la tierra para
contároslo pero haré todo lo posible con el insuficiente vocabulario que tengo.
Había allí la más hermosa de las puertas donde vimos a mis padres, y a mis
abuelos que habían muerto hacía mucho tiempo. Una persona que yo no conocía me
dijo que él también me amaba. Todos dijeron que estaban bien y que esperarían mi
regreso. Seguimos entrando. Era como si todo se encontrase en una sola
habitación, pero la vista se extendía hasta el infinito. Se podía uno encontrar
en una parte y al segundo siguiente estar en otra. Había tanto que ver. Los más
claros ríos y arroyos, el agua era clara como el cristal, el cielo era tan azul
y la hierba tan verde y al andar sobre la hierba no se dejan huellas. La más
hermosa música que jamás oí. Las flores más hermosas que nunca vi. No vi a nadie
enfermo, discapacitado o que pareciese desgraciado.
Me dijeron que estuve muerto durante tres o cuatro minutos pero en el PARAÍSO el
tiempo parecía haberse detenido. Tengo la impresión de haber estado allí durante
tres o cuatro meses. Entonces DIOS soltó mi mano y dijo: “debes volver durante
algún tiempo; cuando finalices tu trabajo podrás regresar.”. Por aquel entonces,
ya volvía por el mismo túnel tan rápido como fui.
Lo siguiente que recuerdo es encontrarme cara a cara con uno de los de
urgencias. Vi a mi nieto que vive al lado que por entonces tenía aproximadamente
4 años. Había entrado en la habitación aprovechando el barullo. Les miré y dije:
“les he dejado por un momento ¿no es así? ” Él dijo: “¡luche con nosotros no
contra nosotros; tratamos de que se quede aquí!”. Yo no tenía todavía ningún
miedo a la muerte. 23 inyecciones y 3 desfibrilaciones más tarde, estaba de
camino al hospital. Uno de los de urgencias le dijo a mi cuñado que no se
apresurara en ir al hospital que yo no llegaría vivo.
Ni siquiera se detuvieron en el pequeño hospital de mi ciudad, sino que me
llevaron a un centro de traumatizados en Georgia. Apenas estaba vivo cuando
llegué. Un gran profesor estaba de guardia aquel día. Pero a la primera persona
que vi fue a una vieja amiga que por aquel entonces estaba allí de enfermera.
Dijo que no se dio cuenta de que era yo cuando llamaron para hablar con el
médico. Ella dijo que la llamada se transmitió por radio durante el trayecto,
les dieron mi nombre y dirección y entonces supo que se trataba de mí. Se me
dijo que no hablara pero respondí que quería conocer la situación real: podría
tener algo que decirles a mi mujer y a mis hijos antes de partir. El médico me
dijo que yo no parecía andar del todo bien pero que él haría todo lo que
estuviese en sus manos.
Mi mujer me contó más tarde, que la única opción que me quedaba era una
inyección llamada T.P.A., un medicamento para destruir los coágulos. Hace 9
años, la droga costaba 3900 $. Ella les dijo que no me revelaran cuánto costaba
el fármaco pues yo era tan agarrado con el dinero que aquello me provocaría otro
ataque al corazón. La familia sigue engañándome al respecto aún a día de hoy. Me
pusieron la inyección y me transfirieron a cardiología. Mi mujer y mis hijos
fueron autorizados a venir cada vez que quisieran pues se pensaba que no
sobreviviría. Hacia el séptimo día, el médico me dijo que tenía que hacerme una
fibroscopia para ver el alcance de las lesiones y si se podía hacer algo para
ayudarme. La arteria principal que alimenta el lado izquierdo del corazón estaba
obstruida en un 95% y había varias obstrucciones más que no tenían tanta
gravedad.
Al siguiente día hicieron lo que llaman un “roto-router” para quitar los
bloqueos lo mejor posible. Tras la fibroscopia le dijeron a mi mujer, e incluso
a mí, que había perdido entre 25 y 33%, o algo más, de la parte inferior
izquierda del corazón.
Tras el “roto-router” se me devolvió a cardiología. Una enfermera muy amable se
ocupaba de mí pero parecía tan triste y tenía lágrimas en los ojos cuando estaba
cerca de mí. Al día siguiente, me dijo que un enfermero que se había ocupado de
mí le declaró que yo podía decirle lo que ella más deseaba saber en este mundo.
Le pregunté que de qué se trataba. Ella contestó, que no tenía por qué
responderle pero que tan sólo escuchase lo que tenía que decir.
Me dijo que su hijo de 8 años había muerto 3 meses antes de un cáncer cerebral y
quería saber a qué se parecía el sitio a donde había ido. El enfermero le había
dicho que yo podía contárselo debido a lo que les conté cuando me recuperaron.
Yo permanecía ahí sin saber qué decir. Si se lo contaba la gente pensaría que
estaba loco o que mi cerebro había sufrido lesiones. Ella se echó a llorar lo
que me rompió el corazón y yo también lloré. Dos días más tarde, había tenido
tiempo de reflexionar sobre ello, DIOS debió tomar cartas en el asunto aquel
día.
De repente, empecé a contar toda la historia; lloramos todo el tiempo. Luego
dijo: “ya puedo vivir con ello ahora que sé cómo es el PARAÍSO.”. Me estrechó en
sus brazos y me dijo: “jamás le olvidaré, muchísimas gracias.”.
Creo igualmente que DIOS la envió para ocuparse de mí mientras me encontraba en
cardiología, se ocupó de mí como una madre. Volví a mi casa un poco más tarde
aquella misma semana. Fue un lento camino hacia la recuperación.
En los últimos 9 años le he contado mi viaje a muy pocas personas sabiendo que
pensarían que estaba loco. Por otra parte, intentar comprender lo que DIOS
quería que hiciese por él me sumía en una gran confusión. Durante estos 9
años he compartido esto con personas de las que el médico decía que iban a morir
pronto. Luego me decían que el miedo a morir consiste en no saber a qué se
parece la muerte. También se lo conté a Emily, mi única hermana, antes de que
muriera de cáncer. Pero yo sabía a dónde iba. Era una mujer buena, temerosa de
DIOS. Sólo tenía 57 años. Murió en el año 2000. Ahora, aparte de mis hijos, sólo
quedo yo.
Esto ha cambiado mi visión de la vida. Ahora vivo el día a día viviendo cada día
como si fuera el último. Esto ha ablandado mi corazón; intento ayudar a los
demás en vez de pensar en mí mismo. Acabo de terminar de enseñar a 33 jóvenes,
de entre 13 y 19 años, de vacaciones en la escuela bíblica a cantar en el coro
de la iglesia.
En mi vida había escrito nada salvo una carta hasta el último año. Luego,
escribí 12 poemas de los cuales uno trata de mi viaje cercano a la muerte. Cada
día intento vivir mi vida de la manera que pienso le place a DIOS así, cuando mi
vida termine, podré volver al PARAÍSO. Si creéis que estoy loco no hay ningún
problema. Algunos creerán, otros querrían hacerlo.
Espero que el compartirlo ayude a alguien a que pase más fácilmente al más allá
cuando llegue la hora de la muerte. Me gustaría tomarme el tiempo de agradecerle
a DIOS por cada día y cada año suplementarios que me ha dado. Quiero darles las
gracias a todas las personas que trabajan para las urgencias del condado.
También quiero darles las gracias a los médicos y a todas las enfermeras que se
ocuparon de mí.
QUE DIOS OS BENDIGA A TODOS.
Ésta es una historia verdadera escrita por Jerry, el 28 de Junio de 2001.