ECM de
Kathi B
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Descripción de la experiencia (Isa):
Comencé a escribir esta descripción de mi
ECM el 6 de octubre de 2007, 35 años después de que tuviera lugar. Esta
experiencia en la que casi muero ahogada sucedió unos quince años antes de que
escuchase por primera vez el término “experiencia cercana a la muerte”.
Fue a finales de la primavera de 1972 en
Kaukauna, Wisconsin, poco antes de que cumpliese 17 años. Era mi último año de
instituto y aquel día nos daban el anuario. Por alguna razón que ya no recuerdo,
ese día no había clase y teníamos que recoger los anuarios por la tarde, lo que
nos dio a mí y a la que había sido mi mejor amiga desde sexto curso una excusa
para ir a hacer rafting al río Wolf con un amigo de Philadelfia que había venido
de visita. Condujimos hasta Menominee y alquilamos una balsa. El agua corría con
fuerza. Como sabía nadar bastante bien y había hecho rafting otras veces en
aquel tramo del río, era imposible mermar toda la seguridad que tenía en mi
misma, evitar ese arranque de valentía propio de la gente joven. No quise
ponerme el chaleco salvavidas.
Nos lo estábamos pasando en grande
enseñándole a nuestro amigo una de las cosas con las que más disfrutábamos los
jóvenes que vivíamos en ciudades pequeñas. Mientras me dejaba llevar por la
corriente empezamos a coger velocidad. Por encima de nosotros había un puente
peatonal que cruzaba el río. Nos dimos cuenta de que en él había un hombre mayor
haciéndonos gestos, indicándonos que nos echásemos hacia la izquierda.
No podíamos oírle aunque estaba gritando,
pero nos quedó claro que estaba bastante agitado. Pensamos que tal vez
necesitaba ayuda, así que intentamos maniobrar con la balsa para acercarnos al
borde izquierdo del río. La corriente no nos lo permitía y nos esforzamos todo
lo que pudimos para acercarnos a tierra. Sin embargo, la balsa se inclinó a
medio camino y se dobló. Caímos de lleno en una corriente de agua, un agua casi
helada durante esa época del año. Mis amigos consiguieron enderezar la barca y
girar a la derecha, algo que yo no advertí hasta mucho tiempo después, pero yo
caí hacia la izquierda, directa a un remolino.
El remolino me succionaba. No sabía en qué
dirección iba, estaba muerta de frío y no podía respirar, el pánico me invadía
mientras nadaba frenéticamente intentando salir de ahí. No sabía si estaba
nadando hacia la superficie o hacia el fondo. Una voz (o un pensamiento) que
decía “déjate llevar, deja que la corriente te lleve” me vino a la cabeza. Paré
de nadar de inmediato y me sentí liberada, rendida ante algo que me superaba. La
confianza fue un elemento crucial en todo aquello, confianza en que todo era
como debía ser. Todo se volvió negro.
Toda mi vida pasó por delante de mis ojos
como una película llena de viñetas, algunas como fotografías estáticas, otras
como vídeos cortos, como si fuesen anuncios de televisión. No había sonido
alguno que los acompañara y se sucedían de forma cronológica desde mi nacimiento
hasta mi edad actual. Todavía recuerdo algunos flashes como por ejemplo verme a
mí con dos o tres años, llorando en el porche porque me había picado una abeja
por primera vez al matarla pensando que era una mosca* (yo lo veía desde atrás,
como un espectador); la posterior rabieta en el suelo del comedor cuando mi
madre quería ir al supermercado (visto desde el techo, como si flotase), cuando
mi padre me regaló una maquinilla para depilarme el día que cumplí 16 años
(visto desde el techo, flotando por encima de la mesa del comedor). Parecía que
las imágenes llegaban muy rápido y se movían casi bailando atravesando mis
párpados, algo parecido a lo que hoy se puede ver con unas gafas de realidad
virtual. Esta experiencia pasó muy rápido, casi diría que en cuestión de
segundos.
*(Poco tiempo después de que me sucediera
todo esto, le pregunté a mi madre por los primeros flashbacks de la experiencia,
pues de ser reales, no estaban ya en mi memoria. Me dijo que era verdad, había
matado a una abeja a los tres años y había cogido una terrible rabieta a los
pies de su vieja máquina de coser, la cual estaba el comedor en la época en la
que empecé a ir al colegio. Por desgracia, no recordaba con certeza los otros
momentos de los que le hablé).
Me sumí en la oscuridad más profunda. Miraba
hacia los lados y no veía nada más. Pensé que tal vez tenía los ojos cerrados,
así que lo comprobé a consciencia para asegurarme de que estaban abiertos. Esa
voz en mi cabeza dijo “date la vuelta” y cuando lo hice vi una pequeñísima luz.
Recuerdo haber pensado “estoy en una cueva” y sentirme en calma aunque me urgía
llegar hasta aquella luz. Me aseguraba que no había nada que temer. Me movía
suavemente, despacio, en paz, sin oír sonido alguno, como si flotase. No
recuerdo haber hecho ningún esfuerzo para moverme, simplemente me deslicé a
través de la oscuridad. A veces, si miraba a mi alrededor, podía ver a otras
personas. Vi a un hombre mayor que caminaba con un burro, vi a mi abuelo
paterno, que había fallecido años atrás, vi a más personas que caminaban en
ambas direcciones, algunos despacio, otros tan deprisa que apenas podía
distinguirlos.
La luz de la entrada de la cueva se
agrandaba cada vez más conforme me acercaba. El brillo era increíble, no parecía
una luz natural, pues era de un blanco muy puro mientras la luz natural suele
mezclar otros tonos y colores. Conforme entraba en aquella luz me invadió de
inmediato una increíble sensación de paz. Estaba en casa. A mi alrededor no
había más que amor, aceptación y paz, sentimientos a los que me sentía
fuertemente conectada. Lo más cerca que he logrado sentirme de esta sensación
posteriormente en mi vida fue durante el nacimiento de mis dos hijos.
Un pensamiento me vino a la mente. Me
pregunté por qué había llegado a ahí tan pronto. Estaba insegura, preocupada,
empecé a desorientarme, a pensar para mí misma “¿dónde estoy? ¿qué lugar es
este?” la voz en mi cabeza parecía haber notado mi repentina preocupación y,
como si me leyese la mente, empezó a asegurarme que todo estaba bien, que en
aquel lugar estaría segura y me devolvió los sentimientos de paz y amor que
había sentido al principio. Me sentía cómoda, pero confusa y con cierta
curiosidad. Pensé “¿puedes leerme la mente de verdad?” la voz pareció darse
cuenta de que necesitaba una forma de comunicación más concreta para sentirme
cómoda al cien por cien.
Así, la voz volvió a mi cabeza: «¿qué forma
debería adoptar para que te sintieses más cómoda?» «¿A qué te refieres?» Pensé.
«Hay quienes desean que sea un hombre sabio y anciano, otros una mujer, o
incluso un animal. Todos de distintas razas, edades, tamaños y especies. ¿Qué
forma prefieres tú?», «Humana». Tras esto, la luz empezó a descomponerse
simultáneamente en unos rayos de colores increíbles que fueron intensificándose
dando lugar a una forma más sólida. Cuando la luz se hubo moldeado hasta parecer
una figura humana, algo semejante a un molde para galletas con forma de muñeco,
un hombre de jengibre, pensé «así es suficiente, ya me siento cómoda». La forma
podía moverse y era tridimensional. Estaba compuesta de luz en su totalidad y de
cada una de sus partes emanaban rayos de vivos colores. Vi de nuevo aquel color
años después, cuando vi por primera vez material iridiscente. En su presencia me
sentía segura, llena de amor y paz, y nos comunicábamos en todo momento a través
del pensamiento.
Este Ser quería saber que voz prefería, si
de hombre, de mujer, de niño, etcétera. Elegí la voz de un hombre (una elección
interesante y que considero actualmente digna de análisis). No recuerdo ninguna
conversación sobre qué idioma prefería utilizar. Quería saber cómo llamar a este
ser luminoso, así que empezó a decirme todos esos nombres que las distintas
culturas del mundo le dan a Dios. Le interrumpí, “Dios” dije, ese me servía,
aunque en aquellos años no estaba siquiera segura de si creía en Dios. Fuese lo
que fuese en realidad aquella luz, la reconocí como pura energía. La verdad es
que nunca le he puesto el nombre de Dios, pero reconozco que probablemente
muchas otras personas la habrían llamado así.
Empecé a comunicarme. ¿Dónde estaba? En mi
hogar, un lugar que me resultaba familiar, en el que había estado antes muchas
veces. La luz quería saber qué estaba haciendo allí. Yo también quería saberlo.
Me dijo que era muy pronto, que todavía tenía trabajo que hacer. ¿Qué trabajo?
Sería capaz de descubrirlo yo sola, tendría que volver, pero no quería, quería
quedarme. Me invadió la tristeza. Entendí que era mi deber volver y que no me lo
habrían pedido si fuese incapaz. Me di cuenta de que tenía que hacerlo, pero
estaba asustada. La luz me facilitó un acompañante para guiarme y volver sana y
salva. Yo seguía negándome, pero la compañía me resultaba reconfortante (cuando
estaba en la universidad, seguí reviviendo en sueños esta experiencia y en ella
podía ver que mi guía era mi abuelo materno, el cual había muerto
aproximadamente un año antes de mi accidente). Me quedé un instante más para
disfrutar de aquella sensación de paz y amor que lo abarcaba todo, de aquella
luz tan pura, y finalmente me di la vuelta para volver.
Viajé rápido a través de la cueva oscura,
parecía más rápida que la propia luz, y no recuerdo haber visto a nadie en el
camino. Un segundo después había vuelto a mi cuerpo, estaba fuera de la
oscuridad y había salido a la superficie de ese río que me había succionado,
pudiendo respirar por primera vez. Todo lo que me había pasado no debía haber
durado más de uno o dos minutos. Me había liberado al fin del remolino y la
corriente me estaba llevando a unos rápidos.
Estaba preparada para luchar por sobrevivir.
Me di cuenta de que si no me giraba para que mis piernas apuntaran río abajo,
seguramente al ir de espaldas me golpearía la cabeza con una roca y moriría, así
que empecé a moverme hasta que logré descender de frente. Toda esta información
la había oído alguna vez en la radio o en la televisión, en un programa en el
que promocionaban unos cascos de moto. Decían que podías vivir con las piernas
rotas, pero no con el cerebro echo papilla. Es gracioso lo que le viene a uno a
la cabeza en situaciones de emergencia. En aquel momento estaba flotando como un
tronco por los rápidos, pero seguía sin poder usar los brazos de forma efectiva
para salvarme. Decidí que lo mejor que podía hacer era ponerme bocabajo, pues
aunque me costase levantar la cabeza para tomar aire, al menos podría usar las
manos para intentar tocar el fondo, agarrarme a algo que me permitiese maniobrar
o dirigirme al borde del río.
Me quedé flotando así un rato. Daba una
brazada de mariposa para sacar la cabeza y respirar y acto seguido intentaba
agarrarme a las rocas mientras me llevaba la corriente. Después de lo que se me
antojó una eternidad, y tras muchos, muchos intentos, mi técnica tuvo éxito.
Logré agarrarme a una roca lo suficientemente pequeña como para poder rodearla
con los brazos y no estaba muy hundida, así que podía tener la cabeza fuera del
agua. Me quedé ahí unos instantes, pues apenas me quedaban fuerzas y además me
dolían los pulmones por el agua que había inhalado.
El agua alrededor no llegaba al medio metro
de profundidad, aunque había puntos más profundos y otros superficiales. Al
final pude levantarme y luchar torpemente para llegar a la orilla. El agua me
había arrojado al borde derecho del río, que ahora estaba desbordado. Me agarré
a los arbolillos pequeños y los matorrales que sobresalían del agua.
En este momento pensé por primera vez en mis
amigos. ¿Habrían sobrevivido? ¿Dónde estarían? Los primeros colores de la
primavera habían sido un auténtico espectáculo visual al principio del viaje,
pero en aquel momento, cuando me había salvado y pude empezar a pensar en los
demás, el planeta se vistió con una gama de colores completamente distinta. El
cielo, los árboles, las hojas, el río, todos brillaban con la luz que había
visto mientras estaba atrapada en el remolino. Los verdes eran más verdes, los
azules más azules y los marrones más marrones. Era como si todo estuviese vivo,
incluso los seres inertes como las rocas, el agua o el cielo. Todos parecían
llenos de vida. Esta sensación me acompañó durante semanas, pero nunca fue tan
intensa como en aquel momento.
Caminé río arriba agarrándome a los árboles
y los matorrales. Me sujetaba a sus troncos y ramas, luchando contra la
corriente. Busqué la orilla y miré los arbustos de alrededor buscando alguna
pista sobre el paradero de mis amigos. Recé para no encontrarme con ningún
cuerpo. Los rápidos rugían cada vez con más fuerza.
Al final logré ver el puente. Allí, a la
izquierda, de pie en el mismo sitio donde habíamos visto antes al hombre que
había intentado ayudarnos, estaban mis dos amigos sujetando la balsa. Cuando
lograron verme empezaron a saltar de alegría, abrazados y gritando. Tras ellos
había un pequeño dique. Habría sido una caída de algo más de un metro de altura
hacia una parte del río relativamente en calma, si nuestra balsa hubiera ido de
forma natural en esa dirección. Nuestra lucha por frenarla pensando que el
hombre necesitaba nuestra ayuda, parecía ahora cobrar otro significado: evitar
la caída y continuar por el curso natural del río.
Tras muchos abrazos, nos sentamos apoyados
en los bordes de la barca, ahora desfondada, sacando los pies por fuera, y
fuimos flotando río abajo. Intentando recuperar nuestras pertenencias, logramos
pescar zapatos, mi chaleco salvavidas y los remos.
Lo recuperamos todo menos algunos objetos
poco importantes que ni siquiera recuerdo haber perdido. Lo mejor que logramos
recuperar fueron mis gafas. Dentro del remolino seguía sujetándome a uno de los
remos hasta que decidí soltarlo para nadar. Llevaba las gafas en la cabeza, pero
pensé “oh no, si las pierdo mi madre se enfadará muchísimo”. Así que me las
quité y las agarré con fuerza durante toda la experiencia. No quiero ni pensar
qué se le pasaría por la cabeza al propietario de la compañía a la que
alquilamos la balsa cuando nos recogió en el punto donde habíamos quedado, pero
por lo menos mi madre nunca llegó a enfadarse conmigo.
No sé si esta es una verdadera experiencia
cercana a la muerte dado que nunca he oído ninguna otra ni he conocido a nadie
que haya documentado su ECM. Lo cierto es que no llegué a morir y hubo alguien
que me revivió, pero asumo que es bastante parecido a lo que se puede considerar
una ECM. Yo siempre me había referido a esto como “la experiencia del día que me
caí al río y la hipotermia hizo algunos truquitos de magia en mi cerebro” hasta
que empecé a leer sobre las ECM. Llegados a este punto me gustaría seguir
aprendiendo al respecto.
¿La experiencia fue difícil de expresar con
palabras? Sí
¿En el momento de
tu experiencia hubo algún evento asociado que amenazara tu vida?
Sí
Estuve a
punto de ahogarme en un río.
¿En qué momento durante la experiencia
tuviste el mayor nivel de estados de consciencia y alerta?
Más consciente y alerta de lo normal Me resulta difícil responder a esta
pregunta. Me resulta difícil responder a esta pregunta.
Por favor compare
su sentido de la visión durante la experiencia con el sentido de visión
cotidiano que tenías inmediatamente antes de la experiencia.
Sí Por favor, lea la experiencia para
responder a esta pregunta.
Por favor compare
su sentido de audición durante la experiencia con el sentido de audición
cotidiano que tenías inmediatamente antes de la experiencia.
Sí Podía escuchar cosas aunque realmente
no hubiera personas hablando.
¿Ha vivido una separación de tu consciencia
y de tu cuerpo? Sí
¿Qué emociones sentiste durante la
experiencia?
Paz, amor incondicional, un poco de miedo e
incertidumbre y, sobre todo, una gran conexión con el mundo y todos sus seres.
¿Has pasado en o a través de un túnel o
espacio cerrado? Sí Estaba en una
especie de cueva.
¿Has visto una luz?
Sí Por favor lea mi experiencia para conocer más detalles acerca de la luz.
¿Has visto o te has encontrado con otros
seres? Sí Una vez más, por favor lea mi experiencia
para responder a esta pregunta. No conocía al hombre con el burro ni al burro.
Reconocí mi abuelo paterno, pero no llevaba los bastones que necesitaba en vida
para poder andar. También reconocí a mi abuelo materno, pero apareció solo como
una esfera de luz. Identifiqué a la forma luminosa como mi origen.
¿Has revisado acontecimientos pasados de tu
vida? Sí Una vez más, por
favor lea mi experiencia para responder a esta pregunta.
¿Has visto u oído, durante tu experiencia,
algo concerniente a personas o acontecimientos y que pudo ser verificado
después? Sí Mi madre después confirmó
que cuando era un bebé aplasté sin querer a una abeja y me picó. También
confirmó que después tuve una rabieta.
¿Has visto o visitado lugares, niveles o
dimensiones admirables o particulares? Sí Me
encontraba en la luz.
¿Tuviste el sentimiento de una modificación
del espacio o del tiempo?
Sí Durante la experiencia no, pero cuando salí del remolino pude percibir
que el tiempo había pasado.
¿Tuviste el sentimiento de tener acceso a
un conocimiento particular, a un objetivo y/o a un orden del universo?
Sí Supe que todos formamos parte de un todo.
¿Has alcanzado un límite o una estructura
física de delimitación? Incierto
Había luz detrás del ser luminoso pero al parecer yo no podía ir hasta ella.
¿Has tenido consciencia de acontecimientos
por venir? No
Después de tu experiencia ¿has tenido dones
especiales, paranormales, de videncia u otro,
que no tenías antes de la experiencia?
Incierto he tenido otras experiencias difíciles de explicar.
Por ejemplo, si salgo por la noche casi siempre se va la luz en una o dos calles
por las que he pasado o que están a mi alrededor. Le he preguntado a mucha gente
en los últimos tres años si les había pasado algo parecido pero nadie parece
haber tenido experiencias similares. Obvié este asunto durante años porque el
alumbrado público suele fallar, las farolas no tienen una vida útil muy larga y
se estropean con frecuencia.
¿Has compartido esta experiencia con otras
personas? Sí se lo conté
enseguida a mis amigos. Pensé que había sufrido una hipotermia, puesto que en
ese estado se confunde la realidad con el sueño y uno parece estar en otro
mundo.
¿Tenía algún
conocimiento de experiencias cercanas a la muerte (ECM) previamente a tu
experiencia?
No
¿Qué pensaste de la realidad de tu
experiencia poco después (días a semanas) después de que sucedió?
La experiencia probablemente fue real
creo que fue real en relación a las circunstancias. No podía respirar y el
agua estaba muy fría. Creo que esta experiencia es el resultado de la reacción
que el cerebro y el cuerpo tienen ante algo así.
¿Qué piensa actualmente usted de la
realidad de su experiencia?
La experiencia
fue definitivamente real creo que mi concepto de realidad ha cambiado.
Aunque hay una diferencia clara entre la vigilia y el sueño, ¿quién puede decir
que uno de los dos no sea real? La experiencia cercana a la muerte que yo tuve
alteró mi vida y para mí eso prueba que fue real.
¿Hay alguna o
varias partes de tu experiencia que sean especialmente significativas para ti?
Toda la experiencia fue increíble. Ya no
temo a la muerte. Ahora sé que todos estamos conectados y que cada uno de
nosotros está hecho de luz y todos somos “Dios” en la tierra.
¿Tus relaciones han cambiado
específicamente como resultado de tu experiencia?
Incierto
¿Has cambiado la
práctica de tus creencias religiosas/espirituales como resultado de tu
experiencia?
Sí Yo no creía en
Dios, y ahora acepto que todos venimos de la misma luz y somos parte de ella.
En cualquier
momento de tu vida, ¿Hay algo que alguna vez te haya hecho reproducir alguna
parte de tu experiencia?
Sí Sí
¿Hay algo más
sobre tu experiencia que te gustaría agregar?
Reviví mi experiencia en un sueño donde pude captar otros detalles. Me pasó
justo después de la muerte de mi padre. También tuve un sueño en el que parecía
estar despierta pero mirándome a mí misma dormir, como si estuviese flotando muy
cerca del techo de la habitación. La verdad es que fue un sueño muy raro.
¿Las preguntas
realizadas y la información provista por ti describen precisa y exhaustivamente
tu experiencia?
Sí
Empecé a
escribir esta descripción de mi experiencia cercana a la muerte el 06 de octubre
del 2007, treinta y cinco años después de la experiencia. Mi experiencia de casi
ahogamiento se produjo casi una década y media antes de haber oído alguna vez el
término experiencia "cercana a la muerte".
Fue al final de
la primavera de 1972 en Kaukauna, Wisconsin, muy cerca de mi cumpleaños número
17. Estaba en el último curso de la escuela secundaria y era el día en el que
los mayores recibían sus anuarios (“yearbook” en el original).
Por alguna razón que hace mucho tiempo que he
olvidado no había clase y no había que ir a recoger los anuarios a última hora
de la tarde. Esto nos dio a mi mejor amiga desde sexto grado y a mí una excusa
para llevar a nuestro invitado de Filadelfia a bajar el río Wolf en rafting.
Fuimos en coche hasta Menominee y alquilamos una balsa. El agua corría
alta y rápida. Siendo una nadadora confiada y habiendo hecho rafting algunas
veces en el mismo tramo del río, estaba llena de esa invencible autoconfianza,
un tipo de bravuconería que puede afectar a muchos adolescentes. Olvidé ponerme
mi chaleco salvavidas.
Estábamos
pasando un rato encantador mostrándole a nuestro amigo de Filadelfia una de las
libertades que las muchachas de una pequeña ciudad podían a menudo disfrutar.
Mientras bajábamos por la corriente, esta comenzó a acelerarse. Más adelante un
puente peatonal cruzaba el río. Notamos que un hombre muy viejo nos hacía señas
frenéticamente para que nos dirigiéramos hacia la izquierda. No podíamos oír
nada de lo que gritaba, pero estaba evidentemente agitado. Decidimos que debía
de estar en apuros y que necesitaba nuestra ayuda así que intentamos maniobrar
la balsa hacia la orilla izquierda. La corriente nos rechazaba y nosotros
intentábamos con todas nuestras fuerzas dirigirnos a la orilla. En cambio, la
balsa escoró contra el pilar del arco medio del puente y se dobló. Fuimos
arrojados a la helada corriente primaveral. Mis amigos y la balsa se dirigieron
hacia la derecha, hecho que ignoré hasta mucho más tarde, mientras que yo me
dirigí hacia la izquierda directamente a un remolino.
El remolino
tiró de mí hacia abajo. Yo ya no sabía dónde estaba la superficie. Nadaba
frenéticamente para intentar salir y me estaba quedando sin aliento, empecé a
aterrarme y a sentirme desesperadamente fría. No sabía si estaba nadando hacia
arriba o hacia abajo. Una voz o pensamiento entró en mi cabeza diciendo algo así
como: “Déjate ir. Ve con la corriente. Déjate ir.” Inmediatamente dejé de nadar.
Sentí como una liberación, rindiéndome a algo mucho más grande que yo. Había
implicado un profundo elemento de confianza, un sentimiento interno de que todo
sería como debía de ser. Todo se volvió negro.
Mi vida empezó
a desfilar ante mis ojos, como una película compuesta por viñetas, tanto
instantáneas (como una fotografía fija) como clips de video (como los segmentos
de película rápida que componen un anuncio de televisión). No las acompañaba
ningún sonido. Avanzaron en una secuencia cronológica desde el nacimiento hasta
mi edad actual. Todavía puedo recordar algunos de los flashes incluyendo: como
bebé recibí mi primera picadura de abeja por aplastar lo que pensaba que era una
mosca en la pantalla de la puerta del porche frontal (visto desde atrás), una
rabieta que me tiró en el piso del comedor cuando mi mamá quería ir a la tienda
de comestibles (visto desde un punto flotante cerca del techo)*, recibiendo una
máquina de afeitar eléctrica para mujeres de mi papá como regalo por mi
decimosexto cumpleaños (visto flotando por encima de la mesa del comedor). Se
sentía como si las imágenes destellaran, moviéndose, casi bailando directamente
a través de mis párpados. Similar a lo que imagino pueda sentirse hoy con unas
gafas de realidad virtual. Esta experiencia de “vida destellando ante mis ojos”
ocurrió muy rápidamente. Solo puedo suponer que fue en cuestión de segundos.
*(Más tarde le
pregunté a mi madre sobre los recuerdos tempranos que no formaban parte de mi
memoria actual. De hecho maté a una abeja alrededor de los tres años de edad y
cogí un enorme berrinche al pie de la vieja máquina de coser a pedal de mi madre
que estaba en nuestro comedor justo por la época en que comencé la escuela.
Algunos de los otros recuerdos por los que les pregunté no los recordaba.)
Entonces fue la
oscuridad, total y completa negrura. Miré de un lado a otro y vi más negrura.
Pensé que mis ojos estaban cerrados por lo que conscientemente comprobé para
asegurarme de que estaban abiertos. La voz dentro de mi cabeza dijo: “Date la
vuelta”, y cuando lo hice vi un minúsculo punto de luz. Me acuerdo de pensar:
“Estoy en una cueva”
y entonces el tranquilo, persistente
pensamiento me urgió a moverme hacia la luz. Me tranquilizó para no tener miedo.
Era suave, lento, pacífico, y sin un sonido, como flotando. No recuerdo hacer
ningún esfuerzo para mover mi cuerpo. Meramente me deslicé a través de la
oscuridad. Mirando a mi alrededor veía de vez en cuando a gente. Vi a un hombre
mayor caminando con un burro. Vi a mi abuelo (el padre de mi papá, que había
muerto hacía varios años). Vi a otras personas que se dirigían en ambas
direcciones unos lentamente, otros apenas visibles.
La luz de la entrada de la cueva se hacía más y más grande cuánto más me
acercaba a la boca de la cueva. Era increíblemente brillante, a diferencia de la
luz del día, que a menudo tiene un tono colorido, esta luz particular era de
color blanco puro. Cuando penetré en la luz quedé rodeada por una inmediata
sensación de paz definitiva. Me hallaba en casa. Estaba rodeada por puro amor y
aceptación. Estaba totalmente conectada a esta paz y amor. Lo más cerca que he
vuelto a estar de esta sensación fue en el nacimiento de mis dos hijos.
Un pensamiento me vino a la cabeza. Me preguntó por qué estaba aquí tan pronto.
El pensamiento estaba sorprendido por mi aparición. Yo estaba insegura,
incómoda. Me sentía desorientada, pensando para mí misma: “¿Dónde estoy? ¿Qué
lugar es este?” El pensamiento en mi cabeza sintió esta inquietud, y como si
leyera mi mente, comenzó a tranquilizarme, que estaba bien, que estaba en un
lugar seguro, y me redirigió a los sentimientos de paz y amor que sentía al
principio. Me sentí a gusto, pero estaba curiosa y confusa, pensando: “¿De
verdad puedes leer mi mente?” El pensamiento pareció darse cuenta de que
necesitaba una forma más concreta de comunicarme para sentirme completamente
cómoda.
Así que los pensamientos vinieron a mi cabeza: “¿Qué tipo de forma o figura te
haría sentir más cómoda?” Yo pensé: “¿Qué quieres decir?” “Unos requieren que
tome la forma de un hombre viejo y sabio, otros la de una mujer y aun otros la
de un animal, todos de diferentes razas, edades, tamaños o especies. ¿Y tú?”
Pensé sin dudarlo: “Humana.” Con esto la luz comenzó a separarse simultáneamente
en asombrosos rayos de colores e intensificarse en una forma más sólida.
Una vez
que la luz llegó a la etapa en la que se veía como una forma humana, parecida a
un molde cortapastas bastante genérico, como un muñeco de jengibre, pensé: "Es
suficiente, me siento cómoda con esta forma." La forma podía moverse y era
tridimensional. Estaba compuesta enteramente de luz, y rayos de colores
luminiscentes emanaban de cada una de sus partes. Vi el color de nuevo, muchos
años después cuando vi por primera vez material iridiscente. Los sentimientos de
amor, paz y seguridad fueron incluso mayores en su presencia.
Todavía nos estábamos comunicando a través de pensamientos.
Este Ser quería
saber qué voz necesitaba, hombre, mujer, niño, etc. Elegí la de un hombre (una
interesante opción a analizar en este momento de mi vida). No recuerdo ninguna
comunicación sobre qué lenguaje usar. Quise saber cómo llamar a esta forma de
luz. Comenzó a decirme algunos de los muchos nombres para Dios que nuestras
culturas del mundo utilizan. Le interrumpí, “Dios” me valía, aun sin estar segura en ese momento
de mi vida de ni siquiera creer en Dios. Sea lo que fuese en verdad esa luz, la
reconocí como una forma pura de energía. En realidad nunca la llamé Dios, pero también me di cuenta de que muchas de las personas que
conocía la habrían llamado así.
Empezamos a
comunicarnos. ¿Dónde estaba yo? Hogar, lugar familiar, algún lugar en el que
había estado muchas veces antes. La luz quiso saber qué estaba haciendo aquí. Yo
también lo quería saber. Se me dijo que era demasiado pronto. Todavía tenía
trabajo que hacer. ¿Qué trabajo? Yo sería capaz de descubrirlo. Tenía que
regresar. No quería.
Realmente quería quedarme. Me
entristecí enormemente. Entendí que
era mi deber y que no se me pediría a hacerlo si no fuera capaz. Me di cuenta de
que tenía que volver, pero tenía miedo.
La luz me proporcionó una escolta para guiarme de vuelta sana y salva.
Todavía estaba reacia a volver, pero me sentí confortada por mi guía.
(Durante mi estancia en la universidad seguí reviviendo esta experiencia de
rafting en mis sueños. Mi guía se me apareció en mis sueños como mi abuelo, el
padre de mi madre, que había muerto sólo algo más de un año antes del viaje en
balsa.) Me tomé un momento para disfrutar en el amor que todo lo abarca, la paz
y la luz pura antes de estar lista para volver.
Viajé
rápidamente de vuelta en la oscuridad de la cueva. Parecía más rápido que la
velocidad de la luz. No recuerdo haber visto a nadie mientras viajaba a través
de la oscuridad. Un segundo después estaba de vuelta en mi cuerpo, me salí de la
oscuridad y subí a la superficie giratoria del río donde por primera vez fui
capaz de tomar un poco de aire en vez de agua. Todo lo que me había pasado sólo
pudo haber tenido lugar en un minuto o dos. Salí del remolino y la corriente me
llevó velozmente a una serie de rápidos.
Estaba
dispuesta a luchar por mi supervivencia. Dándome cuenta de que a menos que me
girara de modo que mis piernas apuntaran río abajo, lo más seguro es que me
golpearía la cabeza contra una roca y moriría, empecé a navegar de modo que mis
piernas estuviesen frente a mí.
Confiaba en la información que una vez oí en
un televisor o programa de radio que promocionaba cascos de motocicleta.
Mencionaba que se puede vivir con las piernas rotas, pero no con un cerebro
aplastado. Es curioso lo que se piensa en una emergencia. Ahora yo estaba como
un tronco flotando en los rápidos, pero todavía no podía usar mis brazos con
eficacia para salvarme. Decidí que tenía que darme la vuelta sobre mi estómago.
Pensé que a
pesar de que sería más difícil sacar la cabeza a por aire, sería capaz de usar
mis manos para agarrar algo o maniobrar cerca de la orilla del río.
Floté así por
un tiempo. Usaría un estilo mariposa para sacar la cabeza de los rápidos para
tomar un respiro y luego tratar de agarrarme a las rocas mientras me
precipitaba. Después de lo que pareció una eternidad y muchos, muchos intentos
mi técnica fue exitosa. Cogí una piedra lo suficientemente pequeña como para
rodearla con mis brazos y lo suficientemente profunda para poder levantar mi
cabeza lo bastante alto como para no aspirar el agua corriente. Descansé ahí por
un tiempo, con las piernas y el cuerpo
demasiado agotados para tenerme en pie. Mis pulmones doloridos por el agua que
habían inhalado. La profundidad media era de unos treinta centímetros con
algunas hondonadas y con bajos fondos de 20 cm. Finalmente me puse de pie y
luché torpemente a un lado. Fui arrojada a la orilla derecha que en realidad se
había desbordado. Me agarré a los pequeños árboles y arbustos que estaban
cubiertos por alrededor de unos treinta centímetros de agua. El río no sólo
estaba alto, sino que en realidad se había desbordado.
Esta fue la primera vez que pensé en mis amigos. ¿Estaban vivos?
¿Dónde podían estar?
El comienzo de la primavera había sido un
espectáculo para la vista en el inicio de este viaje, pero en ese momento,
cuando yo estaba a salvo, y podía empezar a pensar en los demás, el planeta tomó
un esquema de color completamente nuevo. El cielo, los árboles, las hojas, el
río todos brillaban con la luz desde el interior que había visto mientras estaba
atrapada dentro de ese remolino. Los campos eran más verdes, los azules más
azules y los marrones eran más marrones. Era como si todo estuviera vivo,
incluso los objetos inertes como las rocas, el agua y el cielo. Todos pulsaban
con vida. Este sentimiento permaneció conmigo durante semanas, pero nunca fue
tan intenso como en ese momento.
Caminé aguas arriba con la ayuda de los
pequeños árboles y arbustos. Me aferré a sus troncos y ramas mientras luchaba
con la corriente que pasaba precipitándose por mis pies. Busqué por la orilla y
los arbustos cualquier evidencia de la proximidad de mis amigos. Oré con la
esperanza de no encontrar ningún cuerpo.
El sonido de los rápidos se hizo más fuerte. Finalmente pude
distinguir el puente peatonal. Allí a la izquierda, de pie exactamente en el
área en la que el viejo había tratado tan febrilmente que evitáramos, estaban
parados mis dos amigos sosteniendo la balsa. Cuando me vieron empezaron a saltar
arriba y abajo y a abrazarse y a gritar. Detrás de ellos había una pequeña presa
o vertedero. Hubiera sido una caída de tres pies en una piscina relativamente
tranquila si nuestra balsa hubiera seguido naturalmente esa dirección. Toda
nuestra lucha para parar y ayudar al hombre viejo en el puente parecía ahora
deberse a su intento de evitarnos la caída y que fuéramos por el más gradual,
curso natural del río.
La balsa tenía
la parte inferior arrancada. Después de muchos abrazos nos sentamos en las
paredes de la balsa, con las piernas colgando, y partimos flotando a lo largo
del río, intentando recuperar nuestras pertenencias. Pescamos zapatos, mi
chaleco salvavidas y los remos. Lo recuperamos todo, con la excepción de
artículos tan poco importantes que no puedo recordar haberlos perdido. La más
increíble recuperación de todas fueron mis gafas. Mientras estaba en el
torbellino seguía teniendo mis manos en el remo. Tomé la decisión de soltar el
remo para poder nadar. Mis gafas estaban en mi cabeza, pero pensé para mí: “¡Oh
no, si pierdo mis gafas mi madre se pondrá furiosa!” Así que me las quité y las
agarré firmemente durante toda la experiencia. Ni siquiera puedo imaginar lo que
pensó el dueño de la compañía de rafting cuando nos recogió en el lugar
designado, pero al menos mi mamá nunca me dio la bronca.
No sé si esta
es una verdadera experiencia cercana a la muerte, pues nunca he tenido otra, ni
he conocido a nadie que haya tenido una experiencia cercana a la muerte
documentada. En realidad no morí y vino alguien a revivirme, pero supongo que
esto es al menos similar a lo que es una experiencia cercana a la muerte.
Siempre llamé a esto una experiencia de “caí en un río y tuve una hipotermia que
le jugó malas pasadas a mi cerebro” hasta que empecé a leer sobre experiencias
cercanas a la muerte. En este momento tengo curiosidad por saber más.
¿Fue la experiencia difícil de expresar con palabras? Sí.
¿En el momento de la experiencia, había asociada alguna situación potencialmente
mortal?
Sí. Casi ahogamiento en un río.
¿En qué
momento durante la experiencia estuvo usted en su más alto nivel de consciencia y
alerta? No
puedo responder fácilmente a esta pregunta.
¿Cómo puede
compararse su más alto nivel de consciencia y alerta durante la experiencia con
el nivel de consciencia y alerta normal de todos los días?
Más consciencia y alerta de lo normal.
Si su más alto
nivel de consciencia y alerta durante la experiencia era diferente del nivel de
consciencia y alerta normal de todos los días, por favor explique:
no puedo responder fácilmente a esta pregunta.
¿Su visión
difería de algún modo de su visión normal de todos los días (en todos los
aspectos, tales como claridad, campo de visión, colores, brillo, grado de
profundidad de percepción de la solidez / transparencia de los objetos, etc.)?
Sí. Por favor ver el recuento del evento para contestar a esta
pregunta.
¿Su audición
difería de algún modo de su audición normal de todos los días (en todos los
aspectos, tales como claridad, capacidad de reconocer la fuente del sonido,
tono, volumen, etc.)?
Sí. Podía oír cosas sin que las personas realmente hablaran.
¿Experimentó una separación entre su
consciencia y su cuerpo? Sí.
¿Qué emociones sintió durante la
experiencia?
Paz, amor incondicional, algo de miedo e inseguridad, pura conexión a todos los
seres.
¿Entró o pasó a través de un túnel o
recinto? Sí. Estaba en una cueva.
¿Vio usted una luz?
Sí. Por favor ver mi recuento para una detallada descripción de la luz.
¿Se encontró o vio a algunos otros seres?
Sí. De nuevo, por favor ver mi recuento del evento. No conocía al hombre con el
burro ni al burro. Conocía a mi abuelo (el padre de mi padre), pero no andaba
con los dos bastones que necesitaba en vida. Conocía a mi abuelo (el padre de mi
madre), pero solo aparecía como una bola de luz. Conocía la forma de luz… como
mi origen.
¿Experimentó una revisión de
acontecimientos pasados de su vida?
Sí. De nuevo, ver el recuento de mi historia.
¿Observó u oyó algo relacionado con
personas o eventos durante su experiencia que pudiera ser verificado más tarde?
Sí. Mi madre confirmó que de hecho aplasté
una abeja y fui picada de bebé y también confirmó que tuve un berrinche.
¿Vio o visitó hermosos, o de algún otro
modo peculiares, localizaciones, niveles o dimensiones?
Sí. Estuve en la luz.
¿Tenía alguna sensación de alteración del espacio o del tiempo?
Sí. No durante la experiencia, pero
cuando finalmente salí del remolino puedo decir que el tiempo había cambiado.
¿Tenía la sensación de comprender un conocimiento especial, orden universal
y/o propósito?
Sí. Sabía que todos somos uno.
¿Alcanzó un límite o una estructura física de delimitación?
No estoy segura.
Había luz más allá de la forma de luz a la que parece que yo no podía ir.
¿Llegó a ser consciente de acontecimientos futuros?
No.
¿Tuvo algún don psíquico, paranormal u otros dones especiales tras la
experiencia que no tuviese antes?
No estoy segura. He tenido otras
experiencias que son difíciles de explicar. Por ejemplo si salgo de noche casi
siempre se funde una luz, y a veces dos luces, de la calle cerca de mí. He
preguntado a mucha otra gente en los últimos tres años si les sucede esto y
nadie con los que he hablado parece haber notado esto. Durante años no pensé
nada sobre ello, pues solo pensaba que las luces de la calle eran poco fiables,
de corta duración y siempre se quemaban.
¿Ha compartido esta experiencia con otros?
Sí. Se lo dije a mis amigos de inmediato. Pensé que estaba hipotérmico. Fue muy
onírico y de otro mundo.
¿Tenía conocimiento de las experiencias cercanas a la muerte antes
de su experiencia?
No.
¿Cómo vio la
realidad de su experiencia poco tiempo (días a semanas) después de que
sucediera?
La experiencia fue probablemente real. Pensé que era
real en relación con las circunstancias. Estaba privada de oxígeno y en agua muy
fría. Pensé que la experiencia es lo que les sucede al cerebro y al cuerpo
cuando están en este estado.
¿Hubo una o
varias partes de la experiencia especialmente significativas o críticas para
usted?
Toda la experiencia fue increíble. No tengo miedo de la
muerte. Sé que todos estamos conectados y que cada uno de nosotros está hecho de
luz y que todos somos "Dios" en la tierra.
¿Cómo ve
actualmente la realidad de su experiencia?
La experiencia fue definitivamente real. Creo que mi
definición de la realidad ha cambiado. Aunque definitivamente hay una diferencia
entre el estado consciente despierto y el sueño o el estado de sueño, ¿quién es
quién para decir que uno o el otro no es real? Considero que el tipo de
experiencia cercana a la muerte que he tenido altera la vida, y que eso en sí y
por sí mismo basta para hacerla real.
¿Han cambiado
sus relaciones específicamente como resultado de su experiencia?
No estoy segura.
¿Han cambiado
sus creencias / prácticas religiosas específicamente como resultado de su
experiencia?
Si yo no creía en Dios, y ahora acepto que todos
venimos de la misma luz y somos parte de la luz.
¿Tras la experiencia, ha tenido otros
eventos en su vida, medicamentos o sustancias que hayan reproducido alguna parte
de la experiencia?
Sí. Lo más cerca que he llegado a este sentimiento ha sido en el
nacimiento de cada uno de mis hijos. Fue una reconexión con el sentimiento de
amor incondicional. Debo decir que palidece en comparación.
¿Hay algo más que quiera añadir acerca de
la experiencia?
He tenido la experiencia repetida en un sueño donde descubrí más
detalles. Esto sucedió después de la muerte de mi padre. También he tenido un
sueño en el que pensé que me he despertado de un sueño de verme a mí misma
mirando a mí misma mientras flotaba cerca del techo. Este fue un sueño muy
extraño.
¿Las preguntas planteadas y la información que ha proporcionado describen de
forma precisa y exhaustiva su experiencia? Sí.
¿Hay algunas
otras preguntas que deberíamos hacer para facilitarle comunicar su experiencia?
Otra cosa que creo que es importante enfatizar es que
yo no quería salir de este estado. Yo realmente quería quedarme en la luz. Creo
que la pregunta 33 podría reformularse o tal vez añadir otra pregunta para
abordar esta cuestión. Me pregunto si hay otras personas como yo que no querían
volver a sus cuerpos.