ECM de Mary
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Descripción de la experiencia:
La siguiente
ECM fue relatada a lo largo de varios meses por una mujer que nunca había
compartido esto con nadie, excepto su hijo.
Los detalles de este relato, tanto los importantes como los
insignificantes, permanecieron constantes a lo largo de los meses durante los
que los compartió. Fue muy difícil
para ella contar estos hechos.
Aproximadamente una de cada cuatro ECMs contiene información tan detallada como
ésta; los eventos que se describen son bastante típicos.
"EL OTRO
LADO”
Una
experiencia cercana a la muerte
Cuando yo
era una joven soltera, y vivía en mi ciudad natal de Londres, Inglaterra,
ingresé al Hospital Memorial con graves complicaciones como resultado de un
fallido intento de aborto que me había practicado en el baño de mi apartamento.
Me había criado católica, y traté de hacer frente a un embarazo no
deseado en secreto y sola. Luego de
perder una gran cantidad de sangre y sentir mucho frío, pedí una ambulancia para
que me llevara al hospital.
Tan pronto
como me llevaron a toda prisa a la sala de emergencias, recuerdo que todo el
personal corrió hacia mi habitación trayendo carros con equipo médico, botellas,
bombas, agujas, vendajes, tubos, etc.
Del ombligo hacia abajo estaba bañada en sangre y me sentía muy débil.
Estaba en una condición muy crítica que ponía en peligro mi vida.
A medida que la sangre se me escapaba del cuerpo, también se desvanecía
mi deseo de vivir.
Oí como un
“estallido”, y de repente el dolor cesó.
Me sentí tranquila por primera vez en los tres meses desde que había
descubierto mi embarazo de un hombre que me había mentido, diciéndome que me
amaba y que quería casarse conmigo, pero que tenía esposa y 5 hijos en otra
ciudad. Tuve una perspectiva muy
clara de mi cuerpo, mientras que el personal trabajaba asiduamente para
asistirme, comenzando a practicarme una transfusión e insertándome otros tubos.
Recuerdo haber pensado que quisiera que se detuvieran.
Me veía terrible, y tenía muy mal color.
Me avergonzaba ser la causa de todo este pánico.
Había pecado y no merecía vivir.
El hecho de que estaba pensando estas cosas a sólo pulgadas del techo no
me molestaba ni me confundía tanto como percibir el estrés que les estaba
causando a los que estaban debajo de mí.
También sé que estaba completamente consciente, aunque había oído que una
enfermera, la única vestida con una bata azul, les decía a los médicos que yo
había perdido el conocimiento poco después de entrar en la sala de emergencias.
Yo estaba muy consciente de cada detalle de lo que sucedía y de la
habitación.
Me di cuenta
de un túnel que había aparecido repentinamente, y me sentí arrastrada hacia su
interior. Me alegré de alejarme de la
tensa escena que se desenvolvía más
abajo. Floté hacia el túnel y
atravesé un abanico de techo, y luego el techo mismo.
La negrura del túnel bullía, y yo empecé a moverme con cada vez mayor
velocidad. Sentía curiosidad por mi
cuerpo o forma actual, y me miraba los brazos y las manos.
Parecían expandirse y emitir un ligero resplandor.
Sentí una ráfaga de aire y escuché un zumbido de baja frecuencia, como
una vibración, a medida que yo ganaba velocidad y me desplazaba hacia una luz
radiante que brillaba en la distancia.
Mientras que me desplazaba más velozmente, sentí junto a mí una presencia
que me mantenía calmada y emanaba amor y sabiduría.
No vi a nadie, pero sentí la esencia de mi abuelo, que había muerto
cuando yo tenía 13 años. Estaba
consciente de su presencia reconfortante, pero ni vi ni escuché nada
Finalmente
llegué al final, y floté hacia un lugar saturado de una luz blanca y radiante
que parecía incorporar todos los conceptos del amor; un amor incondicional, y
similar al amor que una madre tiene por su hijo.
Definitivamente era una presencia cálida y jubilosa, la misma que me
había atraído hacia el túnel inicialmente.
Parecía ser un enorme campo de fuerza o energía que irradiaba todas las
emociones buenas y nobles conocidas por el hombre.
Yo había abandonado la Iglesia Católica tan pronto como salí de la
escuela parroquial a los 17 años, sintiendo que me había liberado de una rígida
prisión, y estaba muy lejos de ser religiosa, pero en mi corazón sabía que esto
era Dios. No hay palabras para
describir mi deslumbramiento ante esta presencia.
Parecía como que me había convertido en parte de la Luz, y luego la Luz
se convirtió en parte de mí. Éramos
una misma cosa. De repente entendí,
sin lugar a dudas, cómo estamos todos interconectados unos con otros, con Dios y
con todas las formas de vida del universo.
En ese
momento, recuerdo que me pregunté si se me castigaría por asesinar a mi hijo, y
a la vez, matarme a mí misma. Me di
cuenta de que Él conocía cada uno de mis pensamientos y emociones.
A continuación, vi una bebé dormida, y supe que era yo misma.
Contemplé fascinada los momentos más destacados de cada etapa de mi vida.
Era como mirar una pantalla de cine circular, y por ella pasaban muchas
escenas diferentes a gran velocidad.
De algún
modo, podía ver y comprender no sólo lo que estaba sucediendo, sino también las
emociones que había experimentado en cada momento, así como las emociones que
les causé a los demás. Observé y sentí la
vergüenza de mi madre cuando me dio a luz fuera del matrimonio, la euforia del
amor y el aplastante dolor del rechazo y la traición.
Entendí el temor y las inseguridades del hombre que había sido
responsable de mi dolor, y su propio sentimiento de culpa por
haber roto su relación conmigo cuando se enteró de mi embarazo.
Sentí cada acción buena o mala que yo había realizado y las consecuencias
que cada una tuvo sobre otras personas.
Fueron momentos difíciles para mí, pero me apoyaba un amor incondicional,
y pude hacerles frente a las partes más dolorosas.
Telepáticamente se me preguntó si quería quedarme o regresar a mi vida anterior
en la “escuela terrenal”. Caí de rodillas
para expresar mi deseo de permanecer con Él.
Me mostró una hermosa burbuja resplandeciente que flotaba junto a mí.
En ella vi un pequeño bebé que estaba siendo amamantado.
El bebé se convirtió en un niño pequeño y comenzó a caminar hacia mí, aún
dentro de la burbuja. Entonces la
imagen del niño se transformó en un adolescente, y continuó creciendo hasta
convertirse en un hombre adulto.
“¿Quién es?” pregunté. La respuesta
fue “Tu hijo, Michael.” Recuerdo
haber sentido un gran alivio al saber que no había destruido su oportunidad de
vivir. Un torrente de pensamientos de
temor se agolpó en mi mente. Ni
siquiera estaba casada y apenas si podía mantenerme yo sola, ¿cómo iba a criar a
un hijo? ¿Podría él olvidar o
perdonarme por tratar de abortarlo a los cuatro meses de gestación?
¿Cómo podría hacer esto sola y sin ayuda?
Vi una visión de mí misma con un hombre que sabía sería mi futuro esposo,
y él tenía en brazos al niño de dos años que veía en esta imagen.
Por primera vez, me permití sentir amor por el bebé que llevaba en mi
seno. Toda la vergüenza, las
complicaciones y las dificultades que había utilizado para racionalizar mi
aborto me parecían extremadamente débiles y egoístas.
De repente,
entré de nuevo a mi cuerpo, y sentí un agudo dolor
en la parte inferior de mi cuerpo.
La misma enfermera de la bata azul me estaba administrando una inyección
y diciéndome que me relajara, que la medicina para el dolor pronto comenzaría a
hacer efecto. Parecía como si yo no
hubiera estado inconsciente por más de unos cuantos minutos, sin embargo, mi
visita al “otro lado” parecía haber durado horas.
Mientras que
estaba fuera de mi cuerpo en la sala de emergencias, observé una etiqueta roja
en la parte del aspa del abanico que miraba hacia el techo.
Cuando me trasladaron a la sala de recuperación, me dijeron que mi bebé
se había salvado. Dije “Sí, lo sé”.
Pregunté si alguien podría escuchar mi increíble experiencia, y me
dijeron que no tenían tiempo. Mi
médico dijo que era un milagro que hubiera podido salvar tanto al bebé como a
mí. Dijo que pensó que nos había
perdido en dos ocasiones. Traté de
contarle mi experiencia, pero lo llamaron y se tuvo que ir.
Su sonrisa al marcharse no me dejó dudas de que pensaba que estaba
perdiendo el tiempo escuchando las incoherencias inducidas por las drogas de una
loca. Mi madre llegó más tarde, con
refuerzos religiosos que trataban de hacerme confesar mis pecados.
Me pareció algo cómico cuando una monja se presentó y comenzó a orar por
mí, pidiéndole a Dios que me perdonara.
Yo sabía que ya estaba perdonada.
Mi castigo vino de mis propias emociones de culpa y vergüenza que había
experimentado tan dolorosamente durante el repaso cinemático de mi vida anterior
con la burbuja. Sólo una enfermera
en el hospital me escuchó. Lo hizo
después de que le conté unos cuantos detalles de lo que ella les había dicho a
los médicos y enfermeros mientras que yo estaba inconsciente.
Me dijo que había oído a otros que habían sido rescatados del borde de la
muerte y contaban historias similares.
Finalmente la convencí de que buscara una escalera larga y que viera por
sí misma la etiqueta roja que yo había descrito en detalle en el lado oculto del
abanico de techo en la sala de emergencias.
La enfermera y un camillero vieron la etiqueta, verificando todos los
detalles que yo había descrito. Yo sabía
lo que sabía, pero me sentía mejor ahora que por lo menos dos personas me
creían. Nunca más mencioné esta
experiencia hasta ahora.
Proseguí mi
vida con optimismo, con una nueva actitud, y di a luz a un hermoso varón cinco
meses más tarde. Le puse por nombre
Michael. Las lesiones que me había
causado a mí misma me impidieron volver a embarazarme, pero el vínculo psíquico
y de amor que experimenté con Michael es verdaderamente un “regalo” atesorado
del Más Allá.
La
experiencia continúa siendo tan real y vívida ahora como hace 34 años, y cambió
mi vida en muchas formas espiritualmente edificantes.
Nota de
NDERF: Mary regresó a la Iglesia Católica, pero se cercioró de asistir a una
congregación más abierta que su iglesia anterior.
NDERF le agradece a Mary el valor que demuestra al compartir su
experiencia.