Nigel R ECM
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Descripción de la experiencia:
Ustedes no me conocen, pero hubo un
período más bien oscuro en mi vida en el que yo perdí mi espiritualidad.
Intentando modificarlo, como sí lo hizo, mi familia en exceso religiosa en ese
tiempo, tan sólo logró alejarme más. Yo me hice un escéptico condicionado. Yo
encontraría mi camino de vuelta después de un largo, muy largo tiempo, esta vez
como un auténtico creyente. Vuestro sitio de red jugó un rol, como lo hicieron
miríadas de libros que he leído de científicos de la nueva ola, cosmólogos,
doctores y otros semejantes, que comparten las mismas creencias. Y como el
catalizador, o mejor, como la más pequeñita brasita ardiente, la destacable
experiencia de un amigo cercano cuando sólo teníamos once años de edad.
Crecimos en una comunidad muy rural en
el matorral africano, sin hallar influencia religiosa a kilómetros a la redonda.
El pueblo de Heany era pequeño, mas aquéllos que vivían en él era
mayoritariamente ingleses expatriados y sus familias, niños y todos. Teníamos un
tiempo glorioso y una crianza privilegiada. Mi madre era asistente de Enfermería
y mantenía la clínica familiar de la villa, mientras el hospital militar mismo
estaba a unos ocho kilómetros de distancia.
Era alrededor de 1969; lo recuerdo
bien debido a todo tipo de galardones y elogios que escuchábamos en la radio
para los astronautas estadounideneses que aterrizaron en la luna. Unas pocas
semanas después, mi amigo Nigel R. y yo, pedaleábamos en nuestras bicicletas
para ver una película sobre este alunizaje en el cine del pueblo. Mi amigo tenía
un resfrío entonces y estaba más bien malito. Su destreza ciclística y sus
gracias normales se habían ido. Al día siguiente, él estaba realmente enfermo,
en cama, en su casa mientras su hermana y mi hermano Peter jugaban al Monopolio
en el patio. Tenían la tarea de vigilar a Nigel mientras la señora R. iba de
compras. Nadie vio a Nigel. Tal como fuera relatado a mí por mi
hermano, la Sra. R llegó a casa. Segundos después de haber entrado, todo
el pandemonio se desató.
Ella gritaba
pidiendo ayuda.
Nigel estaba en el salón, caído en el
suelo sin respirar. Mi hermano, descalzo y cargado de adrenalina, corrió el
kilómetro y medio hasta la clínica familiar para solicitar ayuda solamente para
encontrar que mi madre no se encontraba. Afortunadamente la clínica tenía una
línea telefónica al hospital y se activó la emergencia. Mientras tanto, la Sra.
R sabía algo de resucitación, pero a pesar de ello, no logró revivir a Nigel.
Quince minutos más tarde, llegó la
ambulancia y mi madre y el médico saltaron de ella, revisaron los signos vitales
y declararon que Nigel había muerto. A pesar de eso, salieron con el cuerpo
dentro de la ambulancia, le administraron oxígeno y partieron veloces hacia el
hospital general provincial, a algo más de treinta kilómetros de distancia. Tal
como la Ley de Murphy exige, la ambulancia se descompuso a un kilómetro y medio
más allá de nuestro almacén general administrado por un tipo Indio al que
conocíamos como Molly. Mi madre era una dama ruda y campeona de tenis en
aquellos días y corrió de vuelta al negocio de Molly, perdiendo sus zapatos en
el camino, mientras gritaba por ayuda como una mujer-Banshee (Personaje mítico británico que con su
grito presagia la muerte.
N. del T.).
Molly oyó la conmoción antes de que
llegara mi madre. Él saltó adentro de su Ford Zephyr blanco y subió a mi mamá en
el camino. Condujeron el Km. y medio y echaron a Nigel dentro con el equipo de
oxígeno y el doctor y volaron hacia el hospital.
¡Debe haber sido toda una escena!
Nigel llegó como víctima, respirando y
se recobró en el hospital de su doble neumonía. Debe haber sido dos semanas más
tarde que Nigel y yo volvimos a hacer nuestras usuales gracias, como si ningún
evento que amenazara la vida hubiese ocurrido. Era el fin de la semana, Lo
recuerdo muy bien. Nigel me convenció de ir en nuestras bicicletas al almacén de
Molly para tomarnos unas Coca-Colas. Al llegar, él compró las bebidas, pero le
pidió al asistente del negocio que llamara a Molly al mostrador. Él quería
agradecerle a Molly por ayudar a salvar su vida. Mientras esperábamos, Nigel se
volvió hacia mí y dijo algo bastante simple pero a la vez, profundo: Él dijo que
él sabía que se había muerto. Él había sentido un tremendo sonido zumbante
seguido por la más maravillosa música que él jamás hubiese escuchado en su vida.
Entonces él despertó en el hospital.
En esa época eso no fue demasiado
importante para mí. Pero cuarenta años después, resulta ser un regalo lleno de
introspección y maravilla el que él compartió conmigo. Pocos años atrás,
leí un artículo sobre la experiencia cercana a la muerte de alguien, en la que
esta persona mencionaba el zumbido y la música hermosa y yo me obsesioné. Yo leí
cada libro que hallé sobre el tema y entonces, así de la nada, mi amigo Nigel me
llama, viviendo ahora en el Reino Unido. ¡Yo apenas podía creerlo! ¡Yo nada
había oído de él en treinta y cinco años! Le pregunté a él inmediatamente si se
acordaba del día en que él había muerto, a lo cual él respondió: ‘Sí, ¡Tal como
si hubiera sido ayer!’ Le comenté acerca de vuestro sitio. No estoy seguro si él
en verdad publicó su experiencia.
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Yo vivo en Sudáfrica. Yo nací en lo
que entonces era Rodesia, ahora Zimbabwe. Gracias por las bellas palabras y el
tremendo esfuerzo que ustedes, muchachos, ponen en el sitio. Estoy
verdaderamente inspirado por algunas de las más remarcables experiencias. Mi
favorito de todos los tiempos la del Dr. Ralph (ECM2820), quizás porque mi madre
fue escocesa ¡Y yo soy en verdad fanático de las gaitas!
Eres bienvenida a contar la
experiencia de mi amigo, Jody, y el regalo que él compartió conmigo. Descuidé
agregarlo en Febrero del año pasado: contraje el virus Cocksackie B12 cuyas
complicaciones casi me matan. Aun así, a pesar de mi terrible estado en el
hospital, no tuve ningún miedo. Tal era mi creencia. Muchas gracias.