ECM de Patsy D
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Descripción de la experiencia:

Quiero contaros un poco acerca de mis antecedentes y luego pasar a contaros mi ECM.

Nací en Kansas, el corazón del cinturón de la Biblia, y me crié como una devota cristiana. Fui bautizada a los 12 años, y aprendí las palabras de Dios, todos los conceptos de cielo e infierno, tal como se enseñan en la Biblia, todo lo cual acepté y sin duda creí, para mí era… la verdad del Evangelio. Era muy religiosa. Señalo esto porque no tuve la “normal” ECM, lo cual es insólito si tenemos en cuenta mis antecedentes. En 1965, yo era madre de cuatro hijos y esposa de un instalador de líneas de la compañía eléctrica, y para poder llegar a fin de mes, yo trabajaba en un restaurante de auto-cine. Era diaconisa y maestra de escuela dominical en mi iglesia, mi vida giraba en torno a mi familia, mi iglesia y mi casa. En mi tiempo libre, jugaba dos veces por semana en una liga de bolos. Empecé a tener problemas con mi pierna izquierda, fallaba y no podía sostenerme sobre ella. Fui a mi médico y me recomendó que me extirpara las venas de mi pierna izquierda. Me aseguró que era una cirugía electiva y que estaría en el hospital tan solo 3 días.

A la semana siguiente la operación salió como estaba previsto, sin complicaciones. Al día siguiente me levanté y caminé por ahí. La única cosa insólita que recuerdo, fue que dos veces me encontré en el suelo sin recordar cómo había llegado allí. Al tercer día, me fui a casa, sintiéndome bien. Al día siguiente fui a casa de mi vecina, Perla (“Pearl” en el original), para una taza de té. Estábamos sentadas allí y de repente empecé a sentirme rara, le dije a Perla que me iría a casa a descansar un rato. Ella dijo que me acompañaría. Le dije que no, que me encontraba bien y que la vería más tarde.

Serían como las 14:30. Anduve por la calle y subí un corto terraplén en medio del aparcamiento techado. De repente me encontré flotando por encima de mi cuerpo, que yacía en el aparcamiento techado. No tenía ninguna sensación de movimiento y no estaba asustada. Estaba plenamente consciente. Miré hacia abajo y me pregunté por qué mi cuerpo yacía en el suelo y yo estaba en el aire. Pensé que era interesante cómo se veía mi cuerpo. Nunca antes había visto mi cuerpo desde este punto de vista.

Shirley, la vecina de enfrente, me vio caer y vino corriendo llamando a Perla. Ella y Perla recogieron mi cuerpo, lo llevaron a casa y lo pusieron en la cama, donde aún flotando, me posé en la cabecera, mirando a mis 4 hijos, parados a los pies de la cama, observando los fallidos intentos que se hacían para resucitar mi cuerpo.

Perla le dijo a mi hija que pidiera una ambulancia. Entró a la sala de estar y los llamó. Mi cuerpo vació todos los desechos y ellos estaban tratando de limpiarlo. Quitaron toda la ropa salvo una camiseta. Llegó la ambulancia, entraron dos asistentes, pusieron mi cuerpo en una camilla y lo metieron en la ambulancia. Le dijeron a Perla que entrara. Ella les dijo que yo acababa de volver del hospital a casa el día anterior. Shirley dijo que se lo diría a mi marido Bill para que se encontrara con nosotros en el hospital.

Mientras colocaban mi cuerpo en la ambulancia, yo flotaba junto a él. No me hallaba unida a él de forma alguna que yo pudiera determinar. Solamente pensaba que todo aquello era muy interesante. El conductor encendió la sirena mientras partíamos para el hospital. El asistente comenzó a tratar de resucitar mi cuerpo. Perla le estaba diciendo lo que había sucedido mientras él trataba de encontrar el pulso. Él puso una máscara de oxígeno sobre la boca de mi cuerpo y aplicó descargas eléctricas en el pecho 3 veces, tomando el pulso cada vez. A mitad de camino al hospital, paró y le dijo al conductor que apagara la sirena. Que estaba muerta. Perla empezó a llorar.

Me di la vuelta y estaba inmersa en la luz. Estaba rodeada por amor incondicional y aceptación total. Sabía que por fin estaba completa. Nunca antes había sentido semejante seguridad y serenidad. De repente, tenía todo el conocimiento. Todo lo que alguna vez había oído o conocido fue barrido. Supe que Cristo no había muerto en la cruz y que no existía el pecado o el mal. Supe que yo había existido desde el momento de la creación, y que voy a existir siempre, y que toda consciencia está en proceso de devenir (“and that all consciousness is in the act of becoming” en el original). Sabía que había vivido muchas veces en la realidad física y miré aquellas expresiones y observé cada una de ellas. Experimenté lo que significamos cuando decimos que tenemos libre albedrío y que todo lo elegimos. No hay absolutos. Observé cada pensamiento que yo alguna vez había escogido hasta su fin natural, y a cada persona a la que había tocado. Sabía que yo era y siempre había sido una oradora (“speaker” en el original; también puede que deba traducirse como “altavoz”). Lo que significa que portaba información entre las entidades y sus expresiones. Yo estaba en la realidad física porque era hora para el ser físico de madurar y aceptar su responsabilidad por su creación y darse cuenta de que él crea su realidad. Supe entonces que debía volver porque mi papel aún no había acabado. También vi mi propia muerte, en 2010, ahogándome en mis propios fluidos corporales. Adquirí el conocimiento de que todo el mundo elige su propio tiempo y crea el método de su fallecimiento.

Me di la vuelta y estaba en la sala de emergencias del hospital. Allí estaban Bill, Perla, los asistentes de la ambulancia y dos policías. Una enfermera estaba de pie en la cabecera de la mesa en el que mi cuerpo yacía, cubierto por una sábana. El médico estaba furioso, diciéndole a Bill que yo había muerto por extrema desnutrición, a menudo producida por las dietas adelgazantes de las mujeres, insinuando, que mi marido tenía la culpa. Bill estaba tratando de explicarle que acababa de llevarme a casa desde ese mismo hospital tan solo un día antes y que era imposible que hubiera muerto en esas circunstancias.

Yo floté sobre mi cuerpo y me hundí en él.

Quiero contar lo que sentí cuando entré en mi cuerpo. Nunca he sentido tanta alegría. Estaba fascinada con este maravilloso cuerpo que yo había creado. Podía sentir la consciencia de cada célula de mi cuerpo. Podía sentir la alegría de la sangre mientras se precipitaba por las venas y la compartición de la creación de nueva vida mientras cada célula cantaba su energía. Realmente sabía lo que significaba la frase “yo canto el cuerpo eléctrico.” Estaba tan cautivada por esta maravillosa creación que todo mi yo había creado y la amorosa cooperación que existía entre todas las células que se habían unido para crear este maravilloso cuerpo llamado Patsy. Me uní a este canto de vida y le di las gracias a cada una de ellas y las alabé. Podía sentir la energía mientras viajaba por mis vías nerviosas hacia su destino. Qué vivo y vital era este cuerpo. Qué maravillosa creación era y qué bien trabajaba junto en perfecta sincronización en su exuberante celebración de la vida. Mientras vista (del verbo “vestir”) este cuerpo nunca olvidaré lo que experimenté en ese momento.

Mi cuerpo empezó a temblar y la sábana cayó al suelo. La enfermera gritó. El médico corrió hacia la mesa. Me senté encima, tratando de bajarme de la mesa. Quería bailar y cantar por la pura alegría de estar viva. Él me empujó sobre la mesa y le dijo a la enfermera que trajera un sedante. Luché para levantarme, le dije al médico que estaba bien y que no necesitaba ningún sedante. De repente me di cuenta de que sabía lo que todo el mundo estaba pensando y todos estaban aterrorizados. Me calmé y me quedé quieta (“I calmed down and laid still” en el original). Le aterrorizaba incluso tocarme. La enfermera no quería volver a acercarse a la mesa.

Todos en la sala estaban en su sitio, helados. Como si sus cerebros no pudiesen procesar lo que sus ojos estaban observando. Me di cuenta de que estaba hambrienta. Le dije al médico que necesitaba comida. Mandó llamar a un celador para que me llevara a una habitación. Luego se acercó a la mesa y comenzó a rellenar papeles. Pude ver que él no podía pensar en lo que acababa de suceder, tenía miedo de mí.

Vino el celador y echó a rodar mi camilla al interior del ascensor. Mientras charlaba con el celador, me di cuenta de que Bill permanecía lo más lejos posible de mí. Yo sabía de alguna manera que tenía que ayudar a Bill porque tenía que ir a casa y decirles a nuestros hijos lo que había pasado. Le dije a Bill que me encontraba bien y que quería que fuera a casa y simplemente les dijese a los niños que yo estaría en casa mañana. No dijo ni una palabra. Solo se inclinó, me besó y tomó el ascensor hacia abajo.

El celador le dijo a la enfermera de planta que todos en la sala de emergencia actuaban como si hubiesen visto un fantasma. Ella se rió y me preguntó si yo también había visto *el fantasma*, le respondí que no y pedí algo de comer y beber. Ella miró el reloj tras el mostrador de las enfermeras, que marcaba las 22:04. Me dijo que la cocina estaba cerrada por la noche, pero que iba a ver lo que podía encontrar para mí. Entonces me pusieron en una sala con otras 2 mujeres. Ella salió de la habitación. Yo inmediatamente desperté a mis compañeras de habitación. Estaba tan feliz de estar con personas que reaccionarían (o podrían reaccionar) hacia mí de una manera normal, que empecé a cantar, a bailar alrededor de la habitación y a contar chistes. La enfermera regresó con la prometida comida y me dijo que me metiera en la cama y que me estuviese quieta o tendría que atarme. Así que lo hice.

Las mujeres volvieron a dormir y yo me quedé despierta toda la noche. Leí cada mente en el hospital y vagabundeé por los sueños de todos. A los que estaban muriendo, les ayudé a irse y les expliqué a dónde iban. Con los bebés que acababan de entrar en esta realidad, tuve largas conversaciones y me dijeron por qué habían elegido venir y por qué habían escogido a sus padres. A aquellos que estaban asustados y sufriendo, les ayudé a ver que realmente ellos eligen el sufrimiento y que tienen que elegir no sufrir porque no es necesario.

A la mañana siguiente, entró un neurólogo y me hizo un montón de preguntas. Me pinchó con una aguja. Yo leí su mente y le dije lo que quería oír. Se fue pensando que tenía razón, que solo había tenido un episodio emocional causado por la tensión y que recomendaría reposo en cama. Yo había plantado estas sugerencias en su mente. Esa tarde el Dr. Zeck, mi cirujano entró, se sentó y me preguntó qué había pasado. Leí su mente y supe que él sabía que yo había muerto. Le dije que no me creería. Él dijo: “Sí lo haré, tengo que comparecer ante un consejo de mis compañeros y decirles lo que pasó y por qué le di de alta para irse a casa. Soy cirujano y todos los días me enfrento a mi enemiga, la muerte, sobre la mesa de operaciones y cuanto más pueda entender sobre ella, en mejores condiciones estaré de ayudar a mis pacientes. He tenido 500 pacientes que han experimentado la muerte y vivido para contarlo y no me moveré hasta que me diga lo que pasó.” Así que se lo dije. Él me dijo que mi archivo se colocaría con los otros y sería destruido a su muerte. Le pregunté qué debía hacer y me dijo: “No lo sé. Tu vida cambiará por completo y no sé decirte cómo debes vivirla.” ¿Dónde están los otros que han experimentado esto? Me dijo que no me lo podía decir. Me dijo que no le dijera a nadie lo que había sucedido o me encerrarían en un manicomio. Le dije que podía leer su mente y dijo que sí que lo sabía. Dijo que con el tiempo iba a perder esta habilidad pero al principio me ayudaría a adaptarme a mi nueva consciencia. Me dijo que oficialmente había estado muerta durante 1 hora y dijo que pensaba que fueron más de varias horas. Me fui a casa ese día. Nunca lo volví a ver. Murió dos años más tarde.

Estaba en lo cierto. Mi mundo se había vuelto del revés. Fui a la iglesia el domingo siguiente y ni siquiera podía sentarme durante el servicio. Quería levantarme y decirles a todos que todo esto estaba mal y lo maravillosos que eran. La habilidad de leer las mentes permaneció conmigo durante casi un mes y luego desapareció lentamente en el fondo. Ahora la uso en mi rol como oradora. Empiezo a buscar a otros como yo. He explorado la comunidad psíquica y he hallado que también ellos enseñan que las personas son víctimas e impotentes. Si constantemente buscas tus respuestas fuera de ti, nunca hallarás sabiduría. Tú ya tienes todas las respuestas, por lo que siempre has de mirar hacia dentro.

En 1974, me dijo un quiromántico que fuera a Lacey, Washington, a cierta casa y que encontraría mi voz. Fui y cuando llegué, llamé a la puerta y un joven me abrió. Me dijo que entrara y que “Gene” estaría de vuelta en unos minutos. 15 minutos más tarde entró Gene y lo reconocí.

Él había sido mi tutor cuando estaba en la Atlántida y había utilizado a sus estudiantes para obtener ventaja sobre sus enemigos. Él dijo: “Te estaba esperando.” Me llevó al sótano de su librería y me dio el libro HABLA SETH. Me dijo que esto me daría el vocabulario (“language” en el original) que necesitaba para mi trabajo. Fui a casa y lo leí y era exactamente lo que había aprendido en la luz. Gene murió dos años más tarde de un tumor cerebral. Durante dos años me ayudó a prepararme para mi papel como oradora. Tengo todos los libros de Seth y he estado buscando otros desde entonces.

En los años desde que he vivido los principios que aprendí en la luz. Ahora solo duermo 4 horas al día que es lo habitual para mí. Nunca he dormido más de cinco horas a la vez. No le tengo miedo a la muerte. Vivo en el momento. Estoy en excelente estado de salud y creo (del verbo “crear”) lo que quiero. No uso drogas, alcohol ni tengo seguro de vida. Nunca me he encontrado con un extraño y no sé lo que significa la palabra timidez. Nunca he estado nostálgica y estoy en casa donde quiera que esté. Mi vida ha sido una gran aventura. Estoy entre dos mundos y me muevo entre ellos con facilidad.

¿Hubo medicamentos o sustancias asociados que hayan podido afectar la experiencia? No.

¿Fue la experiencia difícil de expresar con palabras? Sí.

¿En el momento de la experiencia, había asociada alguna situación potencialmente mortal? No.

¿Cuál era su nivel de consciencia y estado de alerta durante la experiencia? Estaba plena y completamente consciente de lo que estaba sucediendo.

¿Era la experiencia de algún modo parecida a un sueño? No.

¿Experimentó una separación entre su consciencia y su cuerpo? Sí.

¿Qué emociones sintió durante la experiencia? Completitud, amor incondicional y absoluta seguridad.

¿Oyó sonidos o ruidos extraños? No.

¿Entró o pasó por un túnel o recinto? No.

¿Vio una luz? Sí.

Describa: estaba inmersa en la luz.

¿Se encontró o vio a algunos otros seres? No.

¿Experimentó una revisión de acontecimientos pasados de su vida? Sí.

Describa: revisé todas mis expresiones desde el momento de la creación.

¿Observó u oyó algo relacionado con personas o eventos durante su experiencia que pudiera ser verificado más tarde? Sí.

¿Tenía alguna sensación de alteración del espacio o del tiempo? Sí.

Describa: tiempo y espacio no existían. Ya no estaba centrada en esta realidad.

¿Tenía la sensación de comprender un conocimiento especial, orden universal y/o propósito? Sí.

Describa: sabía que era una oradora y siempre lo había sido.

¿Alcanzó un límite o una estructura física de delimitación? No.

¿Llegó a ser consciente de acontecimientos futuros? Sí.

¿Se implicó o fue consciente de una decisión de vuelta al cuerpo? Sí.

¿Tuvo algún don psíquico, paranormal u otros dones especiales tras la experiencia que no tuviese antes? Sí.

¿Tuvo cambios de actitudes o creencias tras la experiencia? Sí.

¿Ha afectado la experiencia sus relaciones, vida cotidiana, prácticas religiosas, opciones de carrera, etc.? Ya no temo a la muerte. Ya no estoy limitada por el tiempo y el espacio.

Utilizo la telepatía, las formas de pensamiento, canalizo, veo y hablo con niños que aún no han nacido, entrego mensajes, curo y tengo muchas habilidades de las que nunca antes había oído.

¿Ha compartido esta experiencia con otros? Sí.

Describa: su respuesta siempre es: “Siempre he sabido que era así.”

¿Qué emociones experimentó a raíz de su experiencia? Gran alegría y deleite en todos los eventos.

¿Cuál fue la mejor y la peor parte de su experiencia? La mejor parte ha sido la confianza que tengo en mí misma.

La peor parte ha sido la búsqueda de otros que hayan tenido una experiencia similar.

¿Hay algo más que quiera añadir acerca de la experiencia? Mi vida ha sido una gran aventura. Vivo el momento y no tengo miedo. Sé que creo (del verbo “crear”) mi expresión y siempre soy consciente de la belleza y majestad de esta realidad y de todas las personas con las que me encuentro.

¿Ha cambiado su vida específicamente como resultado de su experiencia? Sí.

¿Tras la experiencia, ha tenido otros eventos en su vida, medicamentos o sustancias que hayan reproducido alguna parte de la experiencia? Sí.

Describa: muchos. He hecho autostop a través del tiempo. He visitado otras realidades y he entregado mensajes entre las entidades y sus expresiones.

¿Las preguntas planteadas y la información que ha proporcionado describen de forma precisa y exhaustiva su experiencia? Sí.