ECM de
Ricardo AH
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Descripción de la experiencia:
Yo, Ricardo AH, doy el siguiente testimonio: El sábado 26 de julio de 2014, en
mi parroquia, en torno a las 3:10 pm estaba terminando de comer cuando de
repente sentí un dolor muy agudo en la boca del estómago. El dolor iba en
aumento y con rapidez.
Lo que yo recuerdo:
Al sentir ese dolor, me levanté de repente y di un paso lateral al lado derecho
de la silla y le comenté a mi acompañante, Angélica, que me había hecho de comer
y estaba comiendo junto a mí: “Me duele aquí, en la boca del estómago, como si
me estuvieran clavando una aguja”. El dolor se intensificó más, sentí miedo y
algo similar a un bajón de azúcar; ocurrió entonces que una fuerza invisible e
intangible me jalaba hacia atrás, pero yo mantenía los pies en el suelo, como
evitando que me fuera hacia atrás y en eso vi una inmensa luz blanca frente a
mí, que fue creciendo desde el centro de mi campo visual hasta envolverme
totalmente, me sentí literalmente extraído de la realidad que vivía.
Al desaparecer la luz, yo iba dentro de un auto de gran parabrisas y veía un
camino en el que me dirigía hacia unos montes. El camino era recto y muy largo,
como de unos 20 km. El auto iba descendiendo de una ladera hacia el valle. Había
algunas ondulaciones en la ladera mientras bajaba. Noté con lujo de detalle la
panorámica: los montes, la región semidesértica en que iba, con algunos magueyes
y huizaches distribuidos aleatoriamente en el paisaje, pero muy separados unos
de otros. Distinguí el color de la tierra, que era como color arena. Al fondo,
los montes conformaban una cordillera muy lejana y detrás de ella había una
enorme nube blanca, tan grande que cubría casi todo el horizonte frente a mí. La
nube era muy alta y con muchos cúmulos. La nube recibía frontalmente luz del
sol, no obstante, se veía completamente blanca, sin tonos rojizos. El cielo era
de un azul muy intenso, hermoso. No había más nubes en el cielo. Esa era la
única. Las líneas de la carretera eran blancas e iban pasando rápido, por lo que
deduje que el auto se desplazaba a gran velocidad. Todo lo que veía lo
distinguía con gran detalle.
El auto no lo iba manejando yo, pero tenía el parabrisas justo frente a mí, a
unos 20 centímetros, quizá. El auto se desplazaba sobre la carretera pero no se
sentía el contacto de las llantas con el pavimento. Tampoco vi mis manos, ni
noté cómo iba vestido pues no veía mi cuerpo. Yo me encontraba embelesado por el
paisaje y se escuchaba música moderna dentro del auto (supongo que era la radio
o alguna grabación que sonaba) pero no distinguía qué canción era ni quiénes
cantaban. Escuchaba también un sonido muy agudo y discreto, apenas perceptible.
Una especie de beep que se intercalaba con espacios de silencio. Siempre era el
mismo tono, pero no presentaba los beeps de modo idéntico, sino que unos eran
más largos que otros. También escuchaba la voz de un hombre que estaba detrás de
mí, pero jamás voltee a verlo, ni distinguía lo que me decía porque mi oído no
lograba diferenciar sus palabras. Recuerdo bien que nunca le respondí ni le dije
nada, pero mi acompañante fue hablando todo el tiempo. Después de varios minutos
nos acercábamos a los montes frente a nosotros y la nube se veía cada vez más
grande y brillante. Su blancura era impresionante y ese resplandor fue creciendo
cada vez más; se acercó a mí hasta que me envolvió. Dentro de la luz de la nube
me di cuenta de que su color era blanco, pero con un ligero tono dorado. Sentí
en ese momento una paz, gozo y ternura absolutos, como si esa luz me abrasara y
me diera completa serenidad. Me sentí objeto de un amor sin límites, a gusto
como en un regazo. Me sentí acogido, amado incondicionalmente, perdonado de
todos mis errores cometidos en mi
vida. Desaparecieron el sonido agudo, la voz de mi acompañante, la panorámica,
todo. Estuve así, gozando de esa paz. Dentro de la luz de la nube no vi mi
cuerpo tampoco. Yo me encontraba unido a la luz y lleno de felicidad. Nunca
pensé si estuviera yo muerto o no, ni pensaba en la gente que quiero, ni en
ningún otro tipo de vínculo afectivo humano. En la luz sentí todo el amor que
pudiera experimentar por toda la eternidad y nada me hacía falta. Nunca vi seres
luminosos, ni ángeles, ni a Cristo ni a la Virgen, ni santos, ni familiares
difuntos. Nadie. No vi a nadie ahí y no sentía que me hiciera falta hablar con
alguien, pero me di cuenta de que todo ese amor que yo recibía de la luz es un
amor que ella ofrece a todo ser humano, crean o no crean en un ser superior,
sean buenos o malos, etc. Me di cuenta de que la luz comprende todas las
limitaciones y condicionamientos humanos y ella está por encima de todos esos
aspectos para amar a cada miembro de la familia humana.
De repente la luz que me envolvía se convirtió en una capa de hielo que estaba
frente a mí; una capa que cubría la superficie de un cuerpo de agua del que yo
iba emergiendo; quizá se trataba de un lago. Mientras subía noté que había luz
intensa de sol detrás del hielo y se iluminaba perfectamente debajo de la
superficie, por lo que pensé que la capa de hielo de la superficie era delgada.
Estiré mis manos hacia el hielo mientras me acercaba a él y noté que había dos
hilos de burbujas que iban a mi lado izquierdo, emergiendo junto a mí. Sin
embargo, yo no percibí humedad en mi cuerpo, ni el frío del agua. Al llegar a la
superficie congelada estuve empujándola con mis dos manos. No la golpee,
solamente empujaba una y otra vez para que el hielo se rompiera y pudiera yo
levantarlo, quitarlo y sacar mi cabeza para respirar. Después de unos tres
intentos logré levantar parte el hielo y éste se mantuvo suspendido, como si
flotara en el aire sobre mí y pude entonces sacar la cabeza y respirar, cuando
de repente, otra vez la luz me envolvió, me sentí transportado nuevamente y
aparecí sentado frente a la mesa de mi comedor. Respiraba agitadamente y con
esfuerzo. Estaba yo sentado en mi silla, inclinado frente a mi plato y me di
cuenta de que había un servicio (mantel, plato, cubiertos, vaso) en un lugar
contiguo al mío y recordé que ahí estaba Angélica, pero ella no estaba. Me
asusté entonces de ver que me encontraba a la mesa y no en un lago congelado, ni
en una carretera, ni un lugar paradisíaco, sino en mi propia casa. Sentí mucho
temor pues no sabía lo que me había pasado. La sensación de gozo y paz que sentí
en la luz ya no la tenía porque estaba asustado de haber "aparecido" de repente
frente a mi mesa del comedor.
Oí entonces la voz de Angélica, que estaba de pie detrás de mí, sugiriéndome que
me levantara y saliera al patio para que respirara aire. Sentí tranquilidad de
ver que ella estaba ahí, conmigo y le pregunté: “¿Qué pasó?” Ella se quedó
callada. Me levanté rápidamente y salí al patio. Ella me acompañó. No sentí
debilidad en mi cuerpo, ni mareo, ni sed, ni náuseas. Me sentía bien, pero
estaba asustado. Ya cuando di los primeros pasos en el patio, mis manos se
calentaron enormemente y un fuerte hormigueo las recorría. Nuevamente me sentí
atemorizado y Angélica me sugirió que me fuera a recostar en la cama un momento.
Pensé que era lo mejor, pero como tenía yo la idea de que estaba enfrentando un
episodio de baja de azúcar, le pedí que mientras me iba a la cama ella me
preparara y llevara una rebanada de pan integral con poca cajeta. Me la llevó y
yo, estando sentado a la orilla de la cama, la esperé. Cuando ella me iba a dar
el pan, al estirar mi mano y abrirla me percaté que no sentía mi mano, sólo el
calor y el hormigueo y le dije a ella: “No siento mi mano”. Ella me miró
silenciosamente y tomé el pan de su mano, sin sentir el pan. De inmediato le di
una mordida al pan, lo mastiqué lentamente y me lo pasé. La vi y me percaté de
que ella tenía sus labios blancos. Parecía que ella había mordido tierra blanca,
pero después pensé que era por miedo que los tenía así.
- “¿Te asustaste?”, le pregunté.
- “Sí, mucho. Yo no sabía qué hacer”, respondió.
- “Tienes los labios blancos”, le dije.
- “Sí, del susto, supongo”, contestó y se mantuvo en silencio, mirándome
preocupadamente.
- “¿Cuánto tiempo me fui?”, pregunté.
- “Como unos diez segundos”, respondió.
- “¿Nada más diez segundos? Pero si me perdí después de que me levanté y te dije
que me dolía la boca del estómago, como si estuvieran clavando una aguja, sentí
un bajón de azúcar y luego vino a mí una luz blanca y sentí que algo me jalaba
hacia atrás hasta que la luz me envolvió y aparecí en un auto sobre una
carretera (…)”. Le hice la misma descripción de todo lo que he contado.
Lo que Angélica vio:
Ella me comentó que no me levanté antes de perder la consciencia. Ella recuerda
que dije que me dolía la boca del estómago, como si me estuvieran clavando una
aguja y que me apunté con el dedo la boca del estómago; de repente, mis manos se
doblaron en dirección de mis antebrazos, éstos los doblé hacia mi pecho y me
agaché, inclinándome hacia mi plato. Ella me vio y pensó que yo estaba jugando
pero al ver que, aún estando sentado, mi cuerpo estaba rígido, se asustó y se
levantó de inmediato, poniéndose detrás de mí. Ella se dio cuenta de que yo
hacía el esfuerzo por respirar pero no podía. Ella empezó a preguntarme que qué
me pasaba y cómo me podría ayudar, pero yo no respondía, pues estaba
inconsciente. A ella le parecía que yo iba a convulsionar, pero eso no sucedió.
Ella rápidamente me tomó de los brazos e intentó enderezarme sobre la silla y me
sintió duro como piedra. Mientras ella me iba jalando hacia atrás yo reaccioné,
volví en mí y me hice hacia al frente, quedando nuevamente inclinado, respirando
con fuerza y mostrando temor.
Tras lo que Angélica me contó:
Después de escucharla con atención y preocupación de parte mía, di una segunda
mordida al pan; nuevamente lo mastiqué y me lo pasé. El hormigueo cesó y el
calor de las manos fue desapareciendo lentamente hasta que terminó. Todo volvió
a la normalidad.
Ella me sugirió entonces que me durmiera unos minutos, mientras ella recogía la
mesa y lavaba los platos. Luego ella bajaría para hacer sus actividades. Dormí
una media hora y me levanté a hacer las misas de 4 y 5 pm. Las hice sintiéndome
cansado, con un dolor en el pecho del lado izquierdo, que me atravesaba hasta la
base del omóplato, pero ahí el dolor era solo en un punto pequeño. Al finalizar
la misa de 5pm ya me sentía mucho mejor, aunque el dolor de la boca del estómago
seguía pero con una intensidad casi imperceptible.
Esta redacción la hice el 30 de julio de 2014, tras el primer momento libre que
me di para redactarla con los detalles que me vinieron a la memoria.
A continuación postearé lo que fueron mis primeras reflexiones al respecto.
Primeras reflexiones de mi experiencia, publicadas en Facebook, pero que después
retiré por prudencia ante la incredulidad de algunos de mis contactos.
30 de julio de 2014: Algo de lo que sentí en ese instante dentro de la luz de la
nube: tuve que salir de lo temporal para experimentar lo eterno del amor
absoluto. En el instante que vivo ahora confluyen lo temporal y lo eterno. El
amor trasciende al tiempo, lo detiene y se hace todo en un instante y para
siempre. Así como no puedes aferrar el fluir del tiempo tampoco puedes aferrar
el amor increado que viene a ti cada instante. El que es la Vida habita en ti y
ahí te espera, pero cuando entras en ti y lo buscas, lo puedes sentir mas no
aferrar. Esa nube era más grandiosa que todo, su luz era un baño de paz, un
abrazo de amor incondicional que me recibía en su seno, a pesar de mis fallas en
mi historia personal. El amor que me hizo sentir fue el más grande que jamás he
recibido. Sentí mi indigencia, mi poquedad, pero a la vez sentí agradecimiento
por sentirme acogido por esa luz. No se si algo haya impregnado en mí, que soy
tan limitado e incapaz de ahondar los misterios, pero me fío de esa luz, de esa
nube, símbolo de la presencia del Eterno. Espero que mi vida o lo que quede de
ella sea agradecimiento, sosiego, entrega devota a Aquel que es la Belleza tan
antigua y tan nueva, a la que tardé en amar. Que mis decisiones surjan de ese
encuentro que no fue puntual, sino que se sigue dando en cada momento que
respiro, en cada latido de mi herido corazón.
03 de agosto de 2014: La ECM que sufrí el sábado 26 de Julio me ha ayudado a
valorar más cada instante de la vida, la belleza de cada momento; tengo un
sentimiento de admiración ante cada vivencia; me ha ayudado a aceptarme más como
soy, en mi realidad limitada; me ha hecho más compasivo, comprensivo y servicial
con los demás; todo lo material me parece vacío, sin sentido; ya no tengo deseo
de competir por nada, ni buscar quedar bien con la gente; siento más deseos de
estar en paz, meditar, orar; el miedo a la muerte se ha ido porque se ya lo que
me espera aunque conservo cierto temor por el proceso que me pueda llevar a la
muerte; tengo mayor consciencia de mí mismo y del momento que vivo; siento que
voy sanando interiormente aunque eso incluye un duelo por patrones antiguos de
comportamiento y voy rompiendo paradigmas que por años me sirvieron pero ya no
más. También vivo una sensación distinta del fluir de los eventos, del trato con
la gente. Todo me parece nuevo, como si hubiese llegado de otro país a
instalarme por primera vez aquí y necesito adaptarme de nuevo a todo lo que
hacía antes, pero ahora tengo otra perspectiva de la vida. Es algo raro. Siento
que mi vida tiene un nuevo sentido, un nuevo propósito, una necesidad de
terminar algo encomendado. Hay muchas cosas que voy aprendiendo aún de esa
experiencia. No se asimila todo de golpe, se requiere tiempo.
Las enseñanzas que adquirí de la experiencia que tuve
Al irme:
-
La muerte llega en cualquier momento, sin previo aviso.
-
Es imposible sustraerse a la luz y a la sensación de caída al vacío: el
ser humano es impotente ante el misterio de la muerte.
En la carretera:
-
Sensación de desprendimiento total, desapego absoluto respecto a todo lo
pasado, respecto a todas las personas con que uno se relacionó en vida.
Sensación de tranquilidad.
-
En el camino soy conducido, pero me siento seguro a pesar de la
velocidad.
-
Fuera del camino hacia la nube, todo es semidesértico, casi sin vida.
-
El panorama suscita una sensación de tranquilidad.
En la nube:
-
La nube puede simbolizar la presencia de lo Divino
-
El resplandor de la nube viene hacia mí y me envuelve antes de llegar a
la cordillera.
-
Sensación de ser recibido en la luz: amor incondicional, ternura, paz,
gozo, seguridad, ser perdonado, vivir en sosiego. Ya nada más es necesario, ya
nada anhelo. Felicidad plena, sin añoranzas, sin recuerdos de la vida que tuve,
sin preocupaciones por los que se quedaron.
En el lago congelado:
-
Soy responsable de mi propia vida: he de hacerme cargo de ella, sin
pretender resolverle la vida a nadie.
-
Sólo yo puedo luchar por salir y renacer. Siento que la luz me ha dado la
fortaleza y sabiduría para ello.
-
Percibo que debo superar mis esquemas y creencias previos
y recomenzar mi existencia, fortalecido por la experiencia de la luz.
Al volver:
-
Sensación de ser arrojado de nuevo al mundo, sin haberlo solicitado.
-
Sensación de novedad absoluta ante todo lo que percibo cada día después
de la ECM.
-
Tengo una nueva percepción del flujo del tiempo.
-
Tengo la sensación de sufrir un “reset” en la forma de ver la vida, en el
modo de apreciar cada instante.
-
Tengo la necesidad emocional de hacer duelo por todo lo perdido en mi
vida. Es un duelo sin añoranzas… simplemente, siento como que mi pasado ha
muerto, le rindo honor por todo lo que me enseñó, pero lo dejo ir agradecido con
Dios por todo lo vivido. Siento como si me hubiera muerto y vuelto a nacer.
-
Siento la necesidad de tener que adaptarme a un mundo que no conoce mi
experiencia, ni la imagina. Un mundo al que veo con nuevos ojos, pero que aún no
se describir. Solamente sé que es el mismo mundo de antes, pero ya no lo veo con
la perspectiva anterior. Todo es nuevo. Me cuesta relacionarme con la gente, con
el mundo, con mis actividades de antes.
-
Mis anteriores hábitos los tiendo a reproducir, pero ya no les veo
sentido. Tengo que detenerme y hacer las cosas lentamente (caminar, respirar,
hablar en modo que no me sienta estropeado por mis propias costumbres) y crear
una nueva existencia a partir de lo vivido en la ECM.
-
Siento que vivo con la certeza de haber estado ya en el Misterio de Dios,
de haber estado en una especie de Seno divino. Pero no sé cómo encarnarlo.
Siento la necesidad de vivir en humildad. Como no sé cómo formularlo en
palabras, callo, medito, respiro, pienso, camino con lentitud, vivo e presente a
fondo, pero no sé cómo expresar el misterio. Tal es un misterio inefable. Siento
cierta tristeza de no poder comunicarlo, pero lo percibo como un regalo de lo
alto, es un regalo personal e inmerecido porque santo no soy. Me da la impresión
de que los demás no me entenderán o no darán importancia a mi testimonio y yo
mismo pienso: “puedo contarlo, pero jamás podré comunicar mi experiencia.
Lo sé, lo admito. Esta limitación es parte del camino de la fe”.
-
Veo a los demás con compasión y preguntándome si ellos se harán una idea
de la esencia de la existencia, que la luz me concedió experimentar. Me da la
impresión de que no se dan cuenta y por eso viven distraídos, arrojados a los
intereses del mundo. La gente que hace el mal me parece extraviada porque no han
sentido el Amor.
El silencio, la meditación y la oración me disponen a hacer vida lo que
experimenté en la luz, pero no reproducen la vivencia. Sólo puedo concluir que
todo fue Don de la luz, en medio de una situación tal vez fisiológicamente
crítica. Quizá así ha sido diseñado el cerebro humano.
-
El hecho de volver lo siento como un renacimiento, pero ahora todo es
distinto. Mucho de lo que antes me importaba y me desvivía por ello ahora no
tiene sentido, tanto temas de interés como relaciones con ciertas personas que
me eran casi indispensables y con quienes tuve un vínculo de apego. Ahora siento
que ya no tiene sentido ni siquiera añorar tales relaciones ni tales temas. Lo
que viví en la luz de la nube en la ECM es un valor absoluto ante el cual todo
lo demás carece de valor.
-
Supongo que el camino para encarnar el misterio es el silencio, el ayuno
de apetencias innecesarias, la oración de acción de gracias y de disposición
absoluta a la luz que me envolvió y me amó con amor personal. Me propongo
meditar, respirar atentamente, caminar con plena atención, tratar todo y a todos
con suma delicadeza, amar a la gente con el corazón, pero sin involucrarme en la
solución de sus vidas, etc.
Nota: Para mí esa luz es Dios mismo. No pongo en el texto que era “Dios” porque
lo que vi fue simplemente la luz.
¿En el momento de su experiencia hubo algún evento asociado que amenazara
su vida?
Sí
El
bloqueo respiratorio se debió a la postura física que tuve durante el síncope
(desmayo). El diafragma estaba obstruido y los pulmones no podían recibir
oxígeno.
¿Fue la experiencia difícil
de explicar en palabras?
Sí
Formular
lo que sentí cuando estuve en la luz no es fácil porque fueron sentimientos de
un amor infinito e incondicional, un sentimiento de perdón total, una paz
absoluta y un gozo incontenible. Pero tales adjetivos no tienen punto de
referencia en las experiencias ordinarias de la vida.
¿En qué momento durante la
experiencia tuvo su mayor nivel de estados de consciencia y alerta?
Consciente normal y el estado de alerta
Durante
toda la experiencia sentí consciencia de mí, mas no siempre alerta:
1. Cuando supuestamente estaba parado sintiendo el
dolor.
2. Durante el viaje en la carretera era plenamente
consciente de lo que mis sentidos me informaban.
3. Dentro de la luz experimenté con plena
consciencia el amor, la paz, el gozo.
4. Al ir emergiendo del lago congelado tenía plena
consciencia de mí, de la necesidad de salir del agua, mas no sentía un estado de
alerta, sino de serenidad.
Por favor compare su
sentido de la visión durante la experiencia con el sentido de visión cotidiano
que tenía inmediatamente antes de la experiencia.
La visión fue con sumo detalle, con hiperrealismo
(superior a la percepción real de la vida diaria). Percibí los colores de modo
más intenso, las figuras del paisaje y del interior del lago congelado con más
detalle que en la visión normal.
Por favor compare su
sentido de audición durante la experiencia con el sentido de audición cotidiano
que tenía inmediatamente antes de la experiencia.
La audición fue menos precisa que en la vida diaria. No lograba discernir lo que
hablaba mi acompañante, ni distinguía el idioma en que cantaban las personas que
escuché cantando en la grabación o radio en el auto sobre la carretera, pero sí
escuché con detalle el sonido agudo, intermitente, que se oía dentro del auto.
¿Vio o escuchó algún evento terrenal que estuviera ocurriendo
en el mismo momento en que su consciencia / conocimiento estaba separado de su
cuerpo físico / terrenal?
No
¿Qué emociones sintió
durante la experiencia?
Fueron emociones o sentimientos diversos:
1. Cuando supuestamente me paré tenía miedo.
2. Cuando iba en el auto sobre la carretera sentía
paz, serenidad y desapego.
3. En la luz sentí un amor infinito e
incondicional, un sentimiento de perdón total, una paz absoluta y un gozo
incontenible.
4. Mientras salía del lago congelado sentía paz y
serenidad.
¿Entró o atravesó un túnel?
Incierto
En lugar de túnel fue un camino en medio del desierto. La idea
es la misma aunque formulada de modo distinto.
¿Vio usted una luz
sobrenatural?
Sí
La
luz fue muy intensa, blanca con un ligero tono dorado. A pesar de ser intensa no
lastimaba la vista. La luz emanaba todos los sentimientos que percibí.
¿Vio usted o se encontró con un ser místico o presencia? ¿O
escuchó una voz inidentificable?
La voz era la de mi acompañante en el viaje en la carretera.
Era la voz de un hombre, pero jamás supe de quién era, ni lo vi, ni identifiqué
una sola palabra de lo que me decía.
¿Se encontró usted o estaba
consciente de algún ser fallecido (o vivo)?
No
¿Se hizo usted consciente
de eventos pasados en su vida durante la experiencia?
No
¿Le pareció que ingresó a
algún otro mundo sobrenatural?
Un reino claramente místico o
sobrenatural
Para mí ese reino místico y sobrenatural fue dentro de la luz. Las demás escenas
me parecieron naturales, de la vida terrena aunque con colores más vivos que lo
ordinario.
¿Pareció que el tiempo se
aceleraba o enlentecía?
Parecía que
todo pasaba al mismo tiempo; el tiempo se detuvo o perdió todo sentido
En las escenas donde supuestamente estaba parado en el comedor, así como en
el auto sobre la carretera y mientras emergía del agua, el tiempo me parecía
normal. Dentro de la luz en cambio, el tiempo se había detenido. Viví una
sensación de eternidad (sin sucesión de tiempo ni de eventos).
¿Pareció que usted
repentinamente entendía todo?
Todo sobre mí mismo u otros
Me
pareció entender cómo el amor de la luz era para todo ser humano, lo mismo su
perdón, su aceptación era universal. Me sentí unido a todo el género humano bajo
un mismo abrazo de amor proveniente de la luz.
¿Alcanzó usted una frontera o estructura física limitante?
Sí
La
cordillera de montes que estaba al final del camino de la carretera es el
indicio claro de una frontera, un punto de no retorno, el cual superé cuando la
luz de la nube vino a mi y me envolvió dentro de ella.
¿Llegaron a usted escenas
del futuro?
No
¿Tuvo la sensación de saber algún conocimiento especial o
propósito (***sólo de la experiencia)?
Sí
Que mi único propósito en la vida es el de amar a todo ser humano con ese
amor que recibí de la luz. Esa es la única vida auténtica posible.
Por favor, describa cualquier cambio que pudo
haber ocurrido en su vida después de su experiencia:
Vivo
con más gozo cada momento, prestando atención a cada detalle. Siento más
compasión por la gente que antes, pero respeto su autonomía y procuro no crear
lazos de dependencia emocional con nadie. Antes de la experiencia sí tenía lazos
de dependencia emocional con mis seres queridos.
¿Tuvo usted algún cambio en
sus valores y creencias después de su experiencia y que hayan ocurrido como
resultado de la experiencia?
Sí
Valoro
ante todo el significado de lo eterno en cada instante de la vida.
Valoro a cada persona como amada infinitamente e
incondicionalmente por esa luz que me amó a mi. De ahí que experimento mayor
compasión por toda persona.
Los ritos de culto y los estudios teológicos me
parecen ahora solo indicadores que nos dicen por dónde está la Verdad, pero esa
Luz que me envolvió en mi experiencia es para mí la esencia de esa Verdad, es
Dios mismo.
¿Tuvo usted algún don
físico, fuera de lo ordinario o especial después de su experiencia que no haya
tenido antes de la experiencia?
No
¿Usted a compartido esta
experiencia con otros?
Sí
La compartí por primera vez a unos dos minutos de que me sucedió. Se la
comenté a mi cocinera, que me acompañaba y fue testigo de lo que me pasó. Sus
reacciones están descritas en el relato que precisé anteriormente. Actualmente
mi cocinera se mantiene al tanto de mi condición de salud y considera que mi
experiencia es intrigante y le ayudó a valorar cada momento de la vida.
¿Tenía usted algún
conocimiento de experiencias cercanas a la muerte (ECM) previamente a su
experiencia?
Sí
Solamente
recuerdo que cuando era adolescente (en la década de los noventas) había un
programa norteamericano de televisión que transmitían en México en que hablaban
de las ECM, pero nunca me interesó. Jamás vi un capítulo completo porque me
parecían historias inventadas.
¿Qué pensó usted de la
realidad de su experiencia poco después (días a semanas) después de que sucedió?
La experiencia fue definitivamente real
La realidad de mi experiencia siempre me ha parecido
auténtica, real, pues consistió en una verdadera vivencia. No tengo la menor
duda de ello.
¿Qué piensa actualmente
usted de la realidad de su experiencia?
La experiencia fue definitivamente real
La
realidad de mi experiencia siempre me ha parecido auténtica, real, pues
consistió en una verdadera vivencia aunque mi cuerpo estaba sufriendo. No tengo
la menor duda de ello.
¿Sus relaciones han
cambiado específicamente como resultado de su experiencia?
Sí
Mis
relaciones las llevo con naturalidad, sin afán de apegarme a ningún ser querido.
Me comporto de un modo más comprensivo, sereno y compasivo con las personas con
quienes interactúo.
¿Ha cambiado la práctica de
sus creencias religiosas/espirituales como resultado de su experiencia?
Sí
Vivo
cada momento de un modo más agradecido con Dios y con la vida. Empleo menos los
rituales de oraciones clásicos (Liturgia de las Horas), pero vivo con más
intensidad la Misa. Atiendo a los fieles con más amor al escuchar sus
confesiones y darles orientación.
En cualquier momento de su
vida,
¿Hay algo que alguna vez lo
haya hecho reproducir alguna parte de su experiencia?
Cuando
camino conscientemente, en silencio, con lentitud y me concentro en mi
respiración, siento como si estuviera envuelto en esa luz que me envolvió
durante mi experiencia, pero no es una reproducción total de la misma.
¿Las preguntas realizadas y
la información provista por usted describen precisa y exhaustivamente su experiencia?
Sí
Considero
que lo expuesto en las preguntas y la información que he proporcionado reflejan
lo que he vivido en esa experiencia. Con el tiempo quizá profundice más algún
aspecto de lo que la experiencia me dejó, pero lo que he compartido considero
que es suficiente para el fin de este cuestionario.
¿Hay alguna otra pregunta
que podría ayudarle a comunicar su experiencia?
Considero sumamente
importante que pregunten en el cuestionario sobre los efectos posteriores (en
las siguientes semanas de la ECM) que cada persona va experimentando. Yo expuse
esos efectos posteriores en el texto que sigue a mi relato: enseñanzas que me
dejó la ECM y el cómo me fui sintiendo en los días posteriores.
¿Hay alguna o varias partes de su experiencia que sean
especialmente significativas para usted?
Cada parte de mi experiencia me parece altamente significativa y las he
explicado en el cuadro del relato y de las enseñanzas que me dejó la
experiencia.