Descripción de la experiencia:

Fue por 1971 ó 72. Habiendo sido violada por dos hombres, estaba muy deprimida e incapaz de contárselo a nadie. Odié mi cuerpo y la vida se volvió demasiado miserable para seguir viviendo. Un amigo mío robó un maletín de médico y me lo trajo. En él había suficiente seconal para dormir a 30 personas. Tomé las drogas y poco después sentí como bloques de hielo subiendo por mi cuerpo. Era alrededor de media noche.

Yo estaba acostada en mi cama con las piernas colgando. El bloque de hielo se sintió primero allí. Entonces subió por mis piernas y cuando me alcanzó el pecho mi cama se abrió y yo me deslicé hacia abajo a través de un túnel. Tras un rato, me di cuenta de que estaba viajando a través del espacio. De alguna manera, supe que estaba viajando muy rápido debido al movimiento de las estrellas.

Viajé sobre un resplandor rojo anaranjado y pensé para mí misma: “Si es cierto lo que dicen los cristianos, estoy yendo al infierno y debería sentir algún miedo”. Pero el universo era paz y el miedo no tenía cabida. No recuerdo estar con nadie, llegar a ningún lugar, ni hablar con nadie. Recuerdo que mis pensamientos tenían una voz.

La noche siguiente, me encontré a mí misma estampada contra la puerta de la cocina. Ignoro cómo llegué allí, pero tenía una increíble jaqueca. Estaba muy cabreada por estar de vuelta en la tierra. Entonces una voz dentro de mi cabeza me habló diciendo: “El suicidio ya no es una opción para ti”. Como joven universitaria, había abrazado el existencialismo y devorado los escritos de Nietzsche. De él aprendí que el suicidio siempre es una opción para dejar atrás la miseria. Ha habido épocas desde entonces en las que me he querido morir, pero sé que es el suicidio no es una opción. Estoy aprendiendo a escoger la vida cada día.